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El Telégrafo
Karla Morales

Nosotras las pobres

30 de julio de 2014

Hace 22 años me reconocí mujer, básicamente me asumí como tal. A los 2 años intentaron abusar de mí, pero eso, si bien ocasionó marcas, no fortaleció mi conciencia de género, logró algo más profundo: me definió como ser humano. Desde ahí me di cuenta de lo jodido que es saberse humana, reconocer a los demás como tales y demandar homogeneización de oportunidades cuando una nace con útero. Históricamente hemos sido tratadas como intrascendentes, nuestras luchas y victorias no se han publicado (hasta ahora) y muchas heroínas son reducidas a amantes de turno de hombres independentistas. A Pepín le debemos la instrucción en puntos cardinales y a Nacho las primeras sílabas aprendidas.

Las fuentes de conocimiento, especialmente todas cuyos autores o distintivos de reconocimiento pueden ser manipulados, siempre han conservado el distintivo de lo masculino. Y no es que debamos ser extremistas y reescribir la historia desde una perspectiva matriarcal sino, simplemente, dar -en espacio y tiempo- a cada quien lo que le corresponde.

La falta de reconocimiento, la dificultad para acceder a recursos de importancia crítica, como los préstamos, la tierra, la herencia, la salud y la educación, originan que la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con 1 dólar o menos al día sea mujer. La feminización de la pobreza es una herida abierta que nos está desangrando.

En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, los gobiernos reconocieron que algunos aspectos de la pobreza están vinculados al género. Se iniciaron esfuerzos por reorientar las políticas de erradicación de la pobreza, de manera que aborden las necesidades de la mujer, especialmente en las zonas rurales. Se determinó implementar la introducción de una definición más amplia de la pobreza, en la que no solo se tomen en cuenta las necesidades básicas mínimas, sino que se incluya también la denegación de oportunidades y opciones a las mujeres. Desde 1995 algunas de las medidas más importantes que se implementaron fueron: en Uganda, la meta de erradicar la pobreza masiva antes de 2017 solo se podrá alcanzar integrando la perspectiva de género en todas las actividades del plan nacional de acción para la erradicación de la pobreza.

Camerún, Madagascar y el Níger han identificado a las mujeres como uno de los grupos beneficiarios en sus programas nacionales de erradicación de la pobreza. En su política de asistencia para el desarrollo, Dinamarca exhorta a que se incluya una perspectiva de género en todos los programas. Singapur ha puesto en práctica un plan para el mejoramiento de la situación de las familias poco numerosas, cuyo fin es facilitar el acceso de las familias de bajos ingresos a la educación. La alfabetización de todas las personas sigue siendo un objetivo incumplido por la comunidad internacional.

Aún hay muchas, principalmente mujeres adultas y niñas, que no pueden acceder a aprender a leer y escribir. Si bien la tasa neta de escolarización ha aumentado del 83% en 2000 al 90% en 2011, el progreso al comienzo de la década se ha ralentizado entre 2008 y 2012, lo que significa que, al ritmo actual, es poco probable que la enseñanza primaria universal se logre en 2015. Las familias pobres, especialmente de zonas rurales, y las actitudes machistas marcan la brecha de la escolarización.

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