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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

No todo es avance para la derecha

04 de diciembre de 2015 - 00:00

Nadie puede dudarlo: hoy a la derecha le va mejor en el subcontinente, si comparamos con hace 5 años. La baja en elecciones legislativas de Correa, las manifestaciones de 2013 y ahora los ataques mediático-judiciales a Dilma Rousseff, la victoria de Macri en Argentina, los problemas de desabastecimiento e inflación en Venezuela, donde habrá difíciles elecciones el próximo domingo... Pero nadie crea que la derecha avanza a paso vivo: está obligada a zigzagueos, torsiones, pasos atrás. Nada es lineal ni se trata de que estemos regresando al punto previo, tal cual este existía a comienzos del siglo.

Si gana la oposición en Venezuela el domingo -nada garantiza que así vaya a ser-, el presidente no dejará de ser Maduro, y difícilmente puedan esas oposiciones establecer mayoría propia en el Legislativo. En Ecuador, el presidente sigue siendo Correa, y las oposiciones carecen de convergencia ideológica y programática entre sí. En Bolivia, hace varios años que Evo Morales ha consolidado una clara hegemonía política. En Brasil -país de dimensiones colosales en lo territorial, poblacional y económico- han logrado forzar el impeachment contra la presidenta, pero todavía está por verse el resultado. En Chile, la Concertación es de un tibio progresismo, pero al menos fue derrotada la derecha plena de Piñera. En Uruguay, Tabaré no es Mujica, pero continúa el gobierno del Frente Amplio. En Nicaragua, permanece el sandinismo de los hermanos Ortega, que si bien no es el de la revolución de 1979, tampoco es de agrado del imperio. En El Salvador, ahora gobierna lo que fuera el FMLN; en Costa Rica hay un gobierno socialdemócrata, en Cuba no se ha doblegado el régimen surgido de la revolución de 1958.

Nada es simple para las organizaciones y gobiernos populares, pero tampoco lo es para sus adversarios. Buen ejemplo son los prolegómenos al gobierno de Macri en Argentina: el futuro presidente ganó por muy poca diferencia, achicó -antes de empezar- su base de legitimidad no dejando casi nada a sus aliados de la UCR; ha erigido un gabinete privatista lleno de gerentes de multinacionales, comete el desatino de invitar a Hollande para febrero, hace nombramientos (por ej. en políticas universitarias) que provocan rechazo generalizado, anuncia una devaluación que está teniendo desde ya efectos inflacionarios. Quizá no se recuerde en Argentina un inicio de gestión gubernamental con tanta crónica de conflictos anunciados. Es que las luchas sociales y políticas remedan al mito de Sísifo: nunca se terminan, cada final es solo otro comienzo. Nada está decidido, y el futuro de Latinoamérica se sigue decidiendo sin garantías, en construcciones cada vez nuevas y jamás definitivas. (O)

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