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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

No me digas lo que quieres, dime qué haces tú para construir una patria para todos

11 de julio de 2015

Todas las personas, familias y comunidades en el mundo se encuentran en algún punto en el continuo entre 2 extremos: (1) el oportunismo extremo en el que se desea sin límites lo que tienen los otros, quiere bienes para satisfacer el ego, ambiciona el poder para dominar a los demás, en definitiva, desea conseguir lo que más pueda para sí mismo, y (2) el idealismo extremo que entrega y desea aportar a la sociedad hasta el límite de las aptitudes y talentos, compartir lo mejor de lo que se tiene, contribuir con los conocimientos y bienes para reducir las inequidades e injusticias existentes, llevar una vida sencilla reduciendo los gastos innecesarios, combatir la contaminación ambiental, es decir, dar a los demás lo mejor de sí mismo. Preguntar cuál es el país que queremos es una pregunta mal planteada, porque el querer es insaciable, es consumista, es sin límites. Es dar rienda suelta a la inmadurez, las frustraciones insatisfechas y las fantasías infantiles. Es preguntar: si te encontraras con el genio de la lámpara de Aladino o con Papá Noel, ¿qué pedirías?

En un extremo: Comerciantes y poderosos quieren que no existan regulaciones. Profesionales, entre otros los médicos, quieren cobrar sin límites por sus honorarios. Pescadores quieren capturar todos los peces y ballenas que puedan. Empresarios quieren poner los precios que deseen. Proveedores quieren ganar comisiones en las compras y obras públicas. Farmacéuticos quieren fabricar, sin restricciones, productos con sustancias perjudiciales para la agricultura y la salud. Los ricos quieren decidir cuánto impuesto pagar. Banqueros y chulqueros quieren usar cualquier recurso para cobrar sus deudas. Otros quieren hacer realidad el sueño de formar parte del 2% de los más ricos, etc. Si cada ciudadano y sector de la sociedad pudiera hacer o conseguir lo que quiera con base en sus intereses más egoístas, el país, la humanidad y el planeta en poco tiempo se destruirían.

Es mucho más fácil pedir, rogar, recibir, exigir, y mucho más difícil colaborar, participar, servir a la comunidad. Albert Einstein decía que “locura es pretender cambiar haciendo lo mismo”. La pregunta no debe ser cuál es el país que queremos. John F. Kennedy hizo un replanteo muy importante: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. Aristóteles señaló antes: “En el punto en que las necesidades del mundo cruzan con tus talentos, ahí está tu vocación”.

La mejor competición es entre los que siempre hacen lo mismo, y los que sirven a la comunidad buscando maneras de mejorar la calidad. Konosuke Matsushita, considerado el mejor empresario del siglo XX, fundador de National, Panasonic y Technics, tenía como misión que sus productos sean de la mejor calidad y que cuesten 30% menos. A veces sentía pena por las empresas de la competencia que arruinaba, pero se recuperaba sabiendo que sus productos llegaban a media humanidad. Mao Tse Tung decía: “Dejen que se abran cien flores y que compitan cien escuelas de pensamiento, es la política para promover las artes, las ciencias y una cultura floreciente en nuestra tierra”. Preguntémonos siempre cómo mejorar nuestras soluciones. Todos los ciudadanos, sectores sociales y productivos, practiquemos el perfeccionamiento continuo y el servicio. Reciclemos, eliminemos el desperdicio de recursos y explotación de las personas. En lo que hagamos, ganemos todos. El reto de los ecuatorianos es poner todas las potencialidades de nuestro ser en cada uno de los ámbitos diarios en el hogar, la educación, el deporte, el arte y el trabajo, utilizando nuestras aptitudes, talentos, conocimientos y experiencias al servicio de las necesidades del país y la humanidad. La satisfacción por el deber cumplido es la mejor forma de construir una patria para todos. (O)

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