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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿No es un reto de los trabajadores imaginar un Código del Trabajo?

16 de octubre de 2014

Estaría por demás decir que Ecuador requiere un Código del Trabajo, uno nuevo, íntegro y con la mirada en lo que resta del siglo. La Constitución de Montecristi constituyó un avance significativo en la defensa de los derechos de los trabajadores. De eso nadie duda, ni siquiera quienes ahora hablan de que esos derechos están conculcados o en ‘pleno retroceso’, como señala un ‘sindicalista histórico’.

Desde que Carlos Marx y Federico Engels revelaron la ‘paradoja’ histórica del trabajo y del capital como dos factores en contradicción del capitalismo, siempre ha sido un asunto de disputa de clases y de hegemonías políticas qué normativa laboral rige para un sistema concreto y para una situación histórica puntual. En el mundo, esos autores ahora sirven, de nuevo, como la base conceptual e instrumental para entender las nuevas condiciones y expresiones del capitalismo. Pero parece que nuestros ‘izquierdistas’ ya no los leen. Al contrario, gustan y citan editoriales de ciertos economistas criollos adscritos a las más tradicionales formas de pensar para que el modelo siga tal cual y las plataformas de lucha de los trabajadores del siglo XXI garanticen la existencia del capitalismo.

El capital (de ahí la denominación marxista del sistema económico que defienden muchos de los actuales dirigentes sindicales, analistas y ciertos empresarios convertidos en los más ‘feroces’ defensores de los derechos laborales) jamás garantiza una plena democracia económica a favor del trabajo, siempre será a costa de él y en función de quienes lo poseen y lo reproducen. Eso lo saben teóricos y sindicalistas duchos.

En cambio, los trabajadores (aunque suene a nostalgia y melancolía marxistas) son los llamados a crear, proponer e ilusionar con un Código del Trabajo revolucionario para transformar el capitalismo y arribar a un socialismo del Buen Vivir, tal como lo ordena la Constitución. Esos trabajadores están obligados a pensar cómo afrontar lo que algunos llaman sistemas organizacionales inmateriales, el valor de uso del conocimiento para el cambio de la matriz cognitiva, entre otras y muchas expresiones de las relaciones económicas, productivas y sociales de nuestra contemporaneidad y localidad.

Solo por mencionar dos casos paradigmáticos: los dirigentes sindicales que hablan de los derechos de los trabajadores jamás aparecen cuando los futbolistas (que son miles) no reciben salarios ni beneficios laborales. Tampoco aparecen cuando los periódicos, canales o emisoras violan la ley con sus trabajadores y empleados, quienes deben andar por las oficinas como mendigos porque en esos medios (que ahora defienden las marchas de los sindicatos) jamás oyen sus reclamos. ¿El FUT, la Conaie, la FEUE del MPD o la Ecuarunari han dicho algo de los futbolistas y de los periodistas? No. Porque si hablan mal de los medios que violan los derechos laborales, no los vuelven a entrevistar nunca.

Ahora que el Gobierno ha propuesto reformar la normativa laboral (un asunto de estricto pragmatismo político que deberá ser repensado si miramos el horizonte histórico para profundizar la Revolución Ciudadana), los trabajadores deberían proponer un verdadero Código del Trabajo, imaginado y pensado para superar el capitalismo, y no solo en los beneficios y privilegios de los sindicatos públicos.

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