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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

No a la guerra de la OTAN en Ucrania

02 de enero de 2015

Estados Unidos está dispuesto a todo para no perder la hegemonía. Por cierto que la económica, ya hace años que no la tiene en exclusiva. Le queda la militar, y parece querer poner esta al servicio de la recuperación de aquella. Es decir, hacer la guerra al servicio de recuperar el dominio en la economía.

Es el caso de lo que se ve en Ucrania. Estados Unidos involucra allí a sus socios de la OTAN que en el camino tienen mucho que perder, sobre todo en cuanto a la provisión de un gas que les resulta indispensable. Pero más pueden los complejos europeos posteriores al desembarco en Normandía: así, el Viejo Continente sigue perrunamente las decisiones de Washington. Así, hay ahora una ministra de Ucrania que hasta hace unos meses solo tenía pasaporte estadounidense, tal es el grado de dependencia que el gobierno de Kiev tiene hacia el Pentágono.

Y se reúnen allí armamentos, pertrechos y transportes militares de EE.UU. y europeos en la decisión de arruinar por vía de la guerra a Rusia, si es que ello se viera posible. Tales aprestos debieran preocupar a todo el mundo, dada la condición de los países occidentales -y también la de Moscú- en cuanto a ser potencias nucleares (con poder de destrucción planetario), y la enorme franja territorial de fronteras entre esa Ucrania ‘occidentalizada’ y el actual espacio soberano ruso.

Mientras, EE.UU. la ha emprendido contra la economía rusa logrando entre otras cosas la baja del precio del petróleo, fuente de riqueza central para el país eslavo. Esto, de paso, perjudica a otros países que no están alineados con EE.UU. (Irán, Venezuela, Ecuador) y disminuye lo que la gran potencia debe pagar por sus importaciones. Para ello ha arreglado con las autoridades de Arabia Saudita y otros sitiales árabes menores en cuanto a compensarlos con acuerdos económicos, logrando a cambio que los ayuden a sostener el dólar como moneda universal de cambio.

China, Rusia, algunos de los países del grupo BRICS, están empezando a hacer sus transacciones en monedas locales, y esto puede ser fatal para la hegemonía económica de los EE.UU. Forzar la devaluación y posible caída de la moneda rusa es, por tanto, una búsqueda que la gran potencia sostiene con ahínco, la cual en verdad ya le ha rendido pingües resultados.

Ir desde esas represalias económicas encubiertas hacia el directo avance militar contra la tierra de Putin sería arriesgar enormemente el futuro no solo de la relación entre EE.UU. y Europa sino el de la humanidad misma, que no puede darse el lujo de conflagraciones de tamaña índole e intensidad.

Ojalá el grito puesto a nivel de toda la humanidad, ponga freno a una posible aventura militar que puede dañar irremisiblemente el futuro del planeta.

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