Nicaragua sangra por la herida, pues lleva décadas de dolor, angustia y mordaza; hombres y mujeres encarcelados y asesinados por las dictaduras de izquierda y derecha.
En 1979 y décadas después de la muerte del General Sandino, el Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocó a Anastasio Somoza, cuya familia había gobernado Nicaragua durante 40 años.
Pero también Daniel Ortega ha gobernado con la revolución sandinista del 79 al 85, del 85 al 90 y de 2007 a 2021 consolidando sus 25 años en el poder y siendo reelecto para 5 años más, es decir hasta el 2027.
Sin embargo el proceso electoral reciente ha sido inédito, pues Ortega no tuvo contendores, con 120 opositores encarcelados, acusados de traición a la patria u obligados al exilio; una de ellas es Cristiana Chamorro, candidata a la presidencia detenida por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.
Daniel Ortega y su familia son los “Somoza” que la izquierda sandinista combatió, es un dictadorzuelo más, y como lo hacen los autoritarios, gobierna con su esposa Rosario Murillo como Vicepresidenta.
Para concentrar todo el poder, la violencia del régimen y sus huestes se ha ido incrementando, de acuerdo a cifras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en las protestas sociales de 2018 se contaron 328 muertos, cientos de detenidos y más de 100.000 exiliados.
El “Orteguismo” ha disuelto el legislativo para poner uno a su medida, controla la justicia, el organismo electoral, las fuerzas militares, los medios de comunicación estatales y su gobierno es aplaudido por Cuba y Venezuela.
Ortega también ha sido acusado de violencia sexual por su hijastra, Zoilamérica Narváez Murillo quien vive exiliada en Costa Rica, y no podrá regresar a su país mientras su madre y padrastro gobiernen.
Las democracias y diplomacias del mundo no pueden permitir más crímenes y violaciones a los derechos humanos. Nicaragua dejará de sangrar cuando la dictadura por fin termine.
