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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Ni caridad ni beneficencia neoliberal

22 de diciembre de 2014

La integración regional es tan fundamental como el combate a cualquier intención de que el neoliberalismo se tome de nuevo los espacios sociales, políticos, públicos e incluso los privados. El neoliberalismo no solo es una práctica economicista sino una ideología que permea todos los ámbitos de la vida social de América Latina. Esa visión ideológica se ha encubierto de diversas narrativas, discursos y prácticas que invocan a que la moral individual tenga como principios el dar caridad, dar dádivas desde las élites a los sectores empobrecidos, precisamente, por esas élites. La moral neoliberal busca despertar en el individuo falsos valores de solidaridad: teletones, entrega de juguetes, hasta la propia lógica de la repartición de utilidades. A primera vista parecería que esas prácticas no afectan a nadie y hasta se considera que promueven la sensibilidad de los que tienen frente a los que no tienen. Pero es una gran farsa porque se pone como centro al negocio mercantil, esperando que este actúe de modo altruista. Esta ambición neoliberal puede llegar a ser tan sutil y burda que hacen creer que la política es un campo contaminado y que es mejor que la sociedad viva por iniciativa propia; termina naturalizando las relaciones sociales, la producción y reproducción de la riqueza hasta tal punto que se representa que los ricos siempre han sido ricos y que los pobres siempre han sido pobres y que ese orden no puede cambiar ya que está en la misma naturaleza. Sin duda el neoliberalismo ha sido muy astuto en lanzar la responsabilidad y los derechos al campo de lo privado con la intención de constreñir al Estado y que este no tenga una primacía en el orden social, sobre todo el de ser un medio para la construcción del espacio público e instrumento para que los derechos se cumplan. No podemos dejarnos nuevamente engañar con prédicas y acciones de caridad privada. El país no necesita dádivas de nadie.

El Estado es el responsable junto a la sociedad de transformar las estructuras de inequidad e injusticia. Es un problema sistémico que debe ser enfrentado a todo nivel; donde la comunicación no queda de lado, por el contrario, es el escenario clave de disputa de representaciones e imaginarios de dominación, vasallaje o liberación. No debemos aceptar beneficencia de nadie. Lo que debemos hacer es seguir impulsando el combate a la extrema pobreza, a la mala redistribución de la riqueza, como a las formas instituidas de un Estado burgués. También combatir representaciones progresistas que han postergado el hoy político por un mañana de justicia que nunca llegó ni llegará. Nuestra sociedad requiere más politización social, el que la política pública no sea el único lenguaje de la política como eje de organización social para la equidad, la justicia y la igualdad. No podemos reducir la práctica política al juego electoral. Un proceso revolucionario requiere una politización del mundo de la vida; porque solo así es posible avanzar en una conciencia social e individual que confronte las falacias del capitalismo y nos lleve a un socialismo contemporáneo, innovador, de avanzada histórica.

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