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El Telégrafo

Nacionalizaciones… seriedad y respeto

08 de febrero de 2012

En esta misma columna, hace algunos días, comentábamos con preocupación un tema que cada día crece y que al parecer nadie lo ha tratado con seriedad, incluso en el pasado Congreso del Fútbol Nacional, nadie dijo nada, ya que al parecer lo que interesaba eran otros aspectos.

Desde hace algunas temporadas y por reglamento se estableció la obligatoriedad para los equipos de hacer actuar a un elemento juvenil, al menos cuarenta y cinco minutos, en todos los partidos del torneo nacional, la medida por polémica que haya resultado  ha surtido efecto y cada día son más  los jugadores jóvenes que aparecen en primera división, lo cual es positivo de cara al futuro del balompié de nuestro país.

En los últimos tiempos  se ha despertado una fiebre de nacionalizaciones, por llamarlo de alguna manera,  aunque muchos tratan de restar importancia a este tema, es un a situación que puede perjudicar al jugador nacido en nuestro país, y de manera particular a jóvenes elementos que en un futuro podrían ver reducidas las posibilidades de llegar al fútbol grande.

En definitiva podría verse afectada la política, el espíritu de respaldo y apoyo a jugadores juveniles por parte del organismo rector del fútbol en nuestro país. Sin embargo, nadie hizo escuchar su voz sobre este tema en el pasado congreso.

No me invade ningún sentimiento chauvinista, ni nacionalismo exacerbado, tampoco me mueve ningún interés en particular, simplemente considero que se debe observar los requisitos establecidos en la ley, cumpliendo y haciendo cumplir estos, a quienes opten por adquirir la nacionalidad ecuatoriana.

Para quienes estamos en el fútbol no es secreto ni misterio cuales son los verdaderos intereses que mueven a unos a proponer y a otros a aceptar las nacionalizaciones.

Como todo, lamentablemente, en estos tiempos se genera exclusivamente alrededor del aspecto económico, sin otorgar importancia a los principios, códigos, y sentimientos que quizá la famosa modernidad los ha devorado ante la vista indolente de quienes deberían tomar cartas en el asunto.

En los últimos años las nacionalizaciones se han multiplicado, y aquellos elementos que por el pasar del tiempo ven mermadas sus facultades y que no justifican la condición de jugador extranjero, buscan prolongar su carrera con la nacionalización.

Existen también dirigentes que en el afán de lograr éxitos mediáticos no reparan en propiciar y acelerar los trámites a fin de nacionalizar a elementos que con el pasar del tiempo retornan a sus países y olvidan a esta generosa tierra que los acogió y cobijó con cariño.

La historia es larga y está escrita, han sido muchos los casos, es por eso  que reclamamos y exigimos seriedad y honestidad en este delicado tema.

Hay ciudadanos extranjeros radicados desde hace muchos años en nuestro país, ciudadanos que han prestado servicios relevantes, elementos que han generado fuentes de trabajo, que han demostrado auténtico cariño y gratitud a esta tierra, que han debido sortear una serie de obstáculos y que sujetados a las leyes y reglamentos, después de trámites interminables, han logrado obtener la ciudadanía ecuatoriana. Sin embargo, para los jugadores de fútbol al parecer todo es más fácil. 

Existe un importante tráfico de influencias, el país entero ha sido testigo como en muchos casos, estas sonadas e inmediatas nacionalizaciones han sido entregadas con todos los honores, incluso por los primeros mandatarios del país. Increíble, pero cierto, esto al parecer se da solo en  Ecuador.

Es hora de que alguien ponga freno a esto. Si a la dirigencia del fútbol, que al parecer no le preocupa ni le interesa y que mantiene una posición de indiferencia ojalá cuando reaccione   no sea demasiado tarde.

Desde esta columna  hago un llamado para que intervenga el Gobierno Nacional y que de manera seria vigile y vele por el cumplimiento de los requisitos establecidos en las leyes y reglamentos, y por el contrario no sea quien facilite y patrocine este manoseado y desgastado tema que  a muchos ecuatorianos nos genera preocupación y malestar, que finalmente a quien se entregue nuestra nacionalidad y nuestra bandera sea realmente alguien que merezca y sienta verdadero orgullo de ser ecuatoriano.

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