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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Medalla de cartón

07 de marzo de 2022

Lo debido: el Estado ecuatoriano a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana realizó gestiones en aras de que 449 compatriotas puedan ser evacuados de Ucrania y repatriados a Ecuador, según datos oficiales, en dos vuelos humanitarios. Era y es lo que procedía. El Canciller Juan Carlos Holguín y las y los funcionarios de la institución han llevado a cabo un determinado trabajo, por el cual reciben remuneración. Dicho trabajo deberá ser explicado, posteriormente, en el seno de la Función Legislativa, sea para confirmar lo que él, la burocracia diplomática y otras personas piensan en relación a que “todo estuvo bien obrado en 24/7”, o sea para zanjar las dudas que puedan estar gravitando en el imaginario público por presuntas demoras u omisiones en el actuar, o hasta supuestos errores. De hecho, la legisladora Esther Cuesta ya ha manifestado haber solicitado información al Ministro de Estado por haber aseverado que quienes no desearon o desean retornar a suelo ecuatoriano deberán suscribir declaración de descargo prácticamente responsabilizando a la propia persona que decide quedarse en Ucrania de su propia integridad y su vida.

 

Lo indebido: varias cosas, y creo que me faltará tiempo y espacio. Vamos por partes:

Primero de todo, desconozco de dónde ha surgido la idea de que quien ejecuta una acción “en lo público” merezca aplausos, excesiva felicitación o agradecimientos que sintonizan con la adulación. Pero también, no tengo la más remota idea del origen de la idea de que “hay que caerle (mediáticamente) a una funcionaria o funcionario público por que no me simpatiza políticamente”, y actúe o no, igual, todo lo que diga o haga debe ser condenado (no criticado, atención con la palabra que utilizo). Y aquí lo que observo es que se han dado ambas ideas. Ambas incorrectas. Ambas deconstruyen. Ambas son parte de esas raíces que nos atan al subdesarrollo. Yo puedo comprender que una funcionaria o funcionario de una determinada institución puede defender y destacar la labor de su máxima autoridad. Lo comprendo porque todos quienes hemos estado en el aparato público como funcionarias o funcionarios lo hemos hecho. Sí, todos. Una actitud hipócrita sería no reconocerlo. Lo incomprensible y quizá que recae en asumir una actitud de fan es aplaudir y de manera reiterada y sostenida esgrimir “gracias”, así como el que se busque “la quinta pata al gato” y se pretenda sancionar en redes sociales a una funcionaria o funcionario únicamente por su identidad política, donde los sancionadores, basados en fundamentalismos ideológicos, buscan desgastar la imagen de otra persona exclusivamente por que está en la “tienda política partidista opuesta”. De nuevo, mi óptica es que nosotros, las y los mandantes, no estamos para decir gracias a cualquier persona que esté cumpliendo una labor pública y por la cual recibe sueldo (dicho sea de paso, subsidiado por los impuestos del pueblo), pero tampoco estamos para hacer de las redes sociales, de las llamadas a las emisoras y de los editoriales la tribuna para dejar en la indefensión y sancionar a quien es mi “enemiga o enemigo” político.

 

Ahora, es claro que no me refiero a la crítica rigurosa, veraz, y propositiva. Eso sí, y siempre. Y en lo que a mí respecta, la defenderé como el que más, coherente con mi formación profesional y humana, propia de quien ama y promociona los derechos humanos. Es más, en una sociedad más o menos democrática, y según el criterio del ex presidente de la nación Lenín Moreno: luz verde para la crítica (tal vez hasta excesiva), en vez de la restricción o censura.

 

Segundo de todo, desagradable y de pésimo gusto el publicar en redes sociales una conversación -no pública, ya que la mensajería de WhatsAPP es de corte privado dado que no estamos presentes en la misma- “entre una persona y otra”, la cual sirvió para que varias de las almitas presentes en redes sociales “devoren” la misma y entonces sean mediáticamente lapidarias las personas que mantuvieron conversación con quien publicó el mensaje. No hablemos de la legalidad del acto. Hablemos de lo éltico del acto ¿Lo fue? A mi juicio, no. Creo que no hubo mala intención. Pero, y aunque parto de que no hubo intención de causar daño, la acción derivó en que se exponga a unas personas que no buscaron palestra pública ni ser visibilizadas por su su legítimo -pero quizá equivocado- deseo de solicitar que se tramite visa para su ser querido en territorio extranjero.

De manera similar, lo que se dijo en la prensa sobre el supuesto insulto recibido de una estudiante y su querer de que su mascota también la acompañe en el retorno a Ecuador, el descargo de esta persona en redes sociales al desmentir el insulto, y la no aclaración, hasta ahora, sobre esa situación. A todas luces es incorrecto.

 

Tomando el símil de lo que en CNN Dinero se denomina “medalla de cartón” para aquellas compañías que les ha ido mal. Para las situaciones anteriormente descritas, no merecen ni la medalla. Así mismo, quien se lleva la “medalla de oro”, pero no por ser positiva, sino porque barre a las situaciones con medalla de cartón es la siguiente, y con la cual cierro:

 

Un joven estudiante es abordado en una entrevista. Da su opinión sobre lo que ha vivido en este proceso de guerra y de retorno a su país. En medio de su relato, y al ser consultado sobre el rol de la Cancillería expresa su pensamiento. Luego de eso, fue mediáticamente “quemado vivo”. En redes sociales, profesionales en diversas ramas se pronunciaron en su contra, no señalaron su actitud, sí denostaron contra la persona y hasta sus padres fueron referidos y mencionados. Parecería que “todos” se peleaban por “tener turno” para desfogar lo que considero es puramente odio. Pocas almitas (contadas con los dedos de las manos) emitieron criterio en defensa del estudiante. Paradójico, que aquel hermano estudiante víctima de las vísceras de muchas personas huyó de una guerra, salvando su vida, pero no pudo huir y fue maltrecho en otra guerra: la mediática de las redes, cuyos victimarios, mayormente paradójico aún, sean sus propios “paisanos”: ecuatorianos.

 

Mientras leía toda esa ola de críticas destructivas, donde un periodista (que manifiesta creer en Dios y recibirlo en sagrada comunión) se permitió aseverar que, por él, el estudiante se quedaba en Ucrania… donde muchas otras personas declararon lo mismo… Me preguntaba: ¿Dónde quedó la hermandad, la solidaridad, la empatía? Respondí: creo solamente cuando la cámara está encendida y somos todos “amigos”. Aquí, señores, poco o nada se ha dado espacio para imaginarse “estar en los zapatos de ese estudiante”. Vamos más allá: solo quienes hemos estudiado fuera de Ecuador, o nos hemos despegado de los seres queridos para brindar mejor bienestar conocemos lo que se vive: forzados a salir porque donde se nace ni hubo ni hay oportunidades del Estado, y es una pena aún aseverarlo, sin temor a equivocarme; hay sueños, anhelos, días y noches sin compartir en familia, pero con la esperanza de que en “tierra ajena” me permiten estudiar y, como hay mejores políticas públicas, prácticamente el trabajo se “da por que se da”. Hay barreras que vencer como el idioma, la situación climática y hasta adoptar el comportamiento a reglas legales y sociales diferentes, difíciles, pero civilizatorias al fin. Estoy seguro de que el estudiante en cuestión vivió parte de lo que he dicho. Él como muchas y muchos otros evacuados de Ucrania pasó una odisea para hoy estar en Ecuador: el cerebro dividido entre su familia, su vida en país lejano, y en precautelar su integridad en medio de un ambiente hostil debido a la guerra; y las horas de caminar y caminar, donde la luz al final del túnel cada vez parecía verse lejos o apagarse, “parqueándose” donde pueda, incluyendo la carretera, y exponiéndose (no por desearlo, sino por las fuerzas de las circunstancias) a que su dignidad sea vejada, pisoteada o hasta su integridad liquidada. Señoras y señores, a nuestros propios coterráneos, sometidos a una vivencia que nosotros aquí no hemos experimentado; en general, a ellos, los hemos sancionado, y a  sus padres, por efecto derivado. A quien retorna con temor, desilusionado, con rabia ya que por un evento de fuerza mayor la construcción de vida se derrumba, con incertidumbre de que lo poco construido pueda tener cimientos aquí. A ellos hoy los recibimos con “fusiles” en redes sociales. Les hemos “disparado” nuestros dardos, como la no empatía y la no misericordia. Triste, pero cierto.

 

¿Legitimamos así la trillada pero creo cada vez más vigente: en Ecuador no hay futuro?

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