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El Telégrafo

Marozia y su familia III

18 de marzo de 2013 - 00:00

Pero sobre quien este relato se va a detener es sobre Juan XII, nieto de Marozia -de la que  ha heredado su extremada ambición-. Este Papa establece el récord de ser electo a la edad de dieciséis años, y por su actividad es conocido como el Papa fornicario. Lo cierto es que hizo suficientes méritos para llevar tal sobrenombre.

Juan XII es un depravado sexual que prefiere los prostíbulos en vez de sus obligaciones sagradas, por lo que convierte al Vaticano en un lugar semejante a estos antros, al extremo de que ninguna mujer hermosa, que se tenga por decente, se atreve a pasar cerca de sus dominios porque corre el riesgo de ser raptada para ser convertida en su amante y luego ser encerrada en algún lupanar administrado por este “santo varón”, cuyas ganancias derrocha con las concubinas de su nutrido harén, a las que colma de bienes y joyas. Una vez asustado por la llegada del Emperador Otón I, se ve obligado a cerrar los burdeles, y para evitar la vergüenza de que tanta meretriz deambule por las calles de la urbe, las esconde a todas en los conventos de los alrededores.

Con Otón I, Juan XII establece una alianza mediante la cual acepta la potestad del emperador sobre el papa a cambio del reconocimiento de un documento apócrifo conocido como La Donación de Constatino, que otorga a la Iglesia los terrenos de Bizancio en Italia.  El pacto se mantiene mientras Otón I permanece en Roma, pero Juan XII lo rompe apenas el emperador parte, para lo cual se alía con sus enemigos.   

Molesto por esta traición, Otón I retorna a Roma y ordena que ningún papa sea electo sin su consentimiento, luego convoca a un sínodo en el que Juan XII es juzgado por asesinato, perjurio, sacrílego e incesto con su madre y hermanas. Este sínodo nombra pontífice al secretario del emperador, un seglar que ha tomado las órdenes sacerdotales el mismo día en que es coronado con el nombre de León VIII.  
Pero Juan XII, que ha abandonado la ciudad forrado de joyas y acompañado de dos de sus amantes, retorna a Roma, convoca a un sínodo que excomulga al emperador y a todos los obispos que lo depusieron.

El pueblo de Roma, descontento de tener un papa probo, apoya la revuelta, y Juan XII es nuevamente acogido con grandes honores por un populacho que se identifica con sus vicios.
Juan XII desconoce lo actuado por el sínodo y ordena mutilar a sus miembros de manera espantosa. Otón retorna para meter en cintura al papa, pero llega tarde ya que Juan XII es asesinado por un marido celoso que lo encuentra con su esposa en plena faena sexual.

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