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El Telégrafo

Marozia y su familia (I)

04 de marzo de 2013 - 00:00

Pocas mujeres son tan poderosas y siniestras como Marozia, que nace en el año 892, y su madre Teodora, quienes, aunque analfabetas, pueden ordenar el asesinato de cualquier cristiano, incluido el del mismo papa. Las atrocidades de estas dos matronas romanas empequeñecen las del papa Alejandro Borgia, cuyas barbaridades son una nimiedad en comparación a las que dan durante el dominio absoluto de la Iglesia Católica durante la Edad de las Tinieblas, cuando este par de arpías se valen de los más variados artificios criminales para sentar en la silla de San Pedro a sus descendientes, engendrados con las principales cabezas religiosas de la época.  

El historiador Liuprando de Cremona llama a Teodora “vergonzosa puta que ejerce el poder sobre la ciudadanía romana como un hombre”. Se cree también que Marozia no es hija de Teofilacto I, el esposo de Teodora, sino del papa Juan X, que gobierna la iglesia desde el año 914 al 928.

Esta época es llamada “período de la pornocracia”, porque el papa toma sus decisiones basado en las opiniones de sus favoritas. Con el apoyo de Teodora y Teofilacto I,  Sergio III se convierte en el primer papa pornocrático, y para estar sentado en la silla de San Pedro asesina primero al antipapa Cristóbal y al papa León V, que gobierna sólo un mes, luego de ser depuesto por el mencionado Cristóbal, su director espiritual.

Sergio III tiene 45 años y es amante tanto de Teodora como de Marozia, que frisa los quince años. Marozia se casa con Alberico I, duque de Spoleto, cuando está preñada de Sergio III y es el ser su amante lo que le confiere gran poder los siguientes cinco lustros, en los que nombra a su antojo a por lo menos seis papas.

Alberico I reconoce como suyo al hijo del papa, el mismo que con el correr de los años se convierte en el papa Juan XI.

Sergio III es también famoso porque durante su papado preside el segundo Concilio del cadáver contra el papa Formoso, al que desentierra del sepulcro en que ha permanecido  durante diez años, lo encuentra de nuevo culpable, lo decapita y ordena que sus restos sean arrojados al Tiber; el primer Concilio del cadáver tiene lugar nueve meses después de la muerte de Formoso y es presidido por el papa Esteban VI, para ello lo revisten con sus ornamentos papales, lo juzgan y lo condenan por supuestos delitos cometidos durante su pontificado, declaran inválida su elección, anulan todos sus actos como papa, lo despojan de sus vestiduras, le arrancan los dedos con los que en vida ha impartido bendiciones y entierran sus restos en un lugar secreto.

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