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El Telégrafo
Pablo Salgado Jácome

Los peores dos años de Quito

13 de mayo de 2016 - 00:00

Hace dos años Mauricio Rodas fue elegido Alcalde de Quito. Sin saber leer ni escribir, literalmente. Y no porque lo diga su asesor Jaime Durán, sino por la mediocre gestión realizada hasta el momento; por el incumplimiento de la mayoría de promesas y ofrecimientos de campaña, por la falta total de planificación, por el evidente deterioro de la ciudad, el desorden con las ventas ambulantes y la represión a los comerciantes informales, las obras retrasadas, el caos en la movilidad y el pésimo estado de las vías y la falta de transparencia y liderazgo.

Casi no ha existido semana en la cual un grupo, un gremio o una asociación no acuda a la Plaza Grande a protestar y exigir medidas al alcalde Rodas. Hoy son las prostitutas, mañana los taxistas y transportistas, pasado los barrios abandonados o los tricicleros de los mercados. Todos reclaman y demandan del Alcalde acciones que les permita encontrar soluciones. Sin embargo, el Alcalde no los recibe ni da la cara. Y los problemas se acumulan y la ciudad sigue deteriorándose.

Todo es maquillaje. Con la llegada de Rodas la ciudad empezó a pintarse de colores vivos, como intentando ocultar la pésima gestión, y olvidando los símbolos emblemáticos de una ciudad rebelde y democrática que se niega a ser excluyente y piadosa.

En estos dos años, Mauricio Rodas terminó haciendo exactamente lo que criticaba. Prometió que los presupuestos de publicidad y propagando serían mínimos, pero más bien los elevó. Prometió que no haría cadenas, pero las hace; y justamente con las estaciones de radio y periodistas que más critican las cadenas del Gobierno. Y eso que cuenta con el total respaldo de los mal llamados medios de comunicación independientes.

Las políticas sociales y el ejercicio de derechos los convirtió en caridad y mendicidad. Volviendo al pasado de un modo que los ciudadanos no merecemos, y peor aún los más necesitados. Servicios sociales que también han sufrido un gran deterioro en la calidad y la atención. O guarderías que pintó de colores vivos y las llamó Guambra centros, para que los administre su esposa, quien resultó más ‘figureti’ que el expolicía Zapata.

Inaugura obras y pone primeras piedras en proyectos sin mínimos estudios y presupuestos, como sucedió con el famoso metrocables, que ahora luce abandonado, como un fiel retrato de lo que ha sido la gestión de estos dos años. Impone ‘soluciones’ a la movilidad con proyectos atentatorios al entorno y las personas, como sucede en el proyecto del túnel Guayasamín y la plaza Argentina. Los habitantes de los barrios afectados ni siquiera han sido informados, peor consultados para encontrar acuerdos y consensos.

Apenas si ha concluido un proyecto vial, todos los demás están demorados, a pesar de que dos de ellos se iniciaron en la administración anterior. Incluso la llegada de los nuevos trolebuses está retrasada. Zonas turísticas de la ciudad, en franco proceso de decadencia, como la Foch, por ejemplo. Basta recorrerla un par de minutos para mirar locales abandonados y lo que hace dos años eran prestigiosos restaurantes hoy son lúgubres karaokes y bebederos de cerveza.

Eso sí, apareció para figurar en la recolección de donaciones para las víctimas del terremoto. Pero los siete puntos que -según Perfiles de Opinión- ganó, los perdió persiguiendo a los vendedores de jugos de naranja. (O)

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