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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Los medios públicos protegen la democracia

08 de agosto de 2015

Como en ningún momento de la era republicana, hoy, los medios de comunicación privados han desatado increíble guerra contra el régimen de la Revolución Ciudadana y su conductor, Rafael Correa Delgado. Aunque van perdiendo, paulatinamente, hegemonía y el control de la opinión pública por su abierta entrega a la derecha reaccionaria y su evidente apoyo a la insurrección, en nuestro ámbito, todavía un importante sector de la población se mantiene vulnerable a la influencia de esos medios particulares y no alcanza a darse cuenta del manejo de las informaciones cercenadas y manipuladas; la exaltación de falsos valores y de la intención malévola de ciertos articulistas de conducta agresiva, convertidos en audaces conspiradores del orden constituido.

De otro lado, se destacan agrupaciones organizadas, de indígenas, estudiantes, trabajadores y profesionales, que utilizando diversos canales de la moderna tecnología, plantean una prensa nueva que cumpla su misión: difundir la verdad e iluminen al pueblo hacia un mundo de paz, equidad, igualdad de oportunidades y armonía social.

En esta crucial encrucijada insurgieron los medios públicos, las cadenas nacionales y los mensajes sabatinos en respuesta al supuesto imperio de los medios ‘independientes’, por un equilibrio en el proceso comunicacional, una correcta formación de la opinión pública y principalmente, en defensa de la democracia y el régimen del Buen Vivir.

Es urgente recordar y puntualizar que los medios comerciales, prensa, radio y televisión, ya perdieron la objetividad en el manejo de la noticia, tanto en el contenido como en los titulares; y en el género de opinión, a ciertos articulistas solo les falta salir a las calles a pedir a gritos la terminación del régimen democrático de Rafael Correa. Ahora, cuando se vive un proceso insurreccional de grupos políticos sediciosos, sin esperanza de ganar una lid electoral por su mediocridad y desprestigio, la prensa privada desata su limitado poder en su apoyo para intentar la caída del gobierno de la Revolución Ciudadana.

Es indispensable rememorar que los medios públicos contribuyen a conocer más de lo que ocurre en el país y que, por conveniencia, los privados lo ocultan, y a clarificar los acontecimientos, en ocasiones alterados para confundir a los ciudadanos y que se formen una distorsionada opinión pública.

El Primer Mandatario, con acierto, instauró el mensaje sabatino para responder a las agresiones de los periodistas y políticos desgastados de derecha; resumir, a manera de rendición de cuentas, sus labores, el avance y evaluación de obras sociales, silenciadas por los medios particulares; y su coloquio con los ecuatorianos de los sectores más recónditos de nuestra geografía, para atender reclamos y pedidos en procura de mejorar los servicios públicos.

Mientras el periodismo ‘independiente’ abandona su función de servicio a la colectividad, en protección de sus intereses y de la oligarquía, alentando a la oposición en la toma del poder estatal, los medios públicos se convierten en baluarte de la democracia, mediante la difusión de pautas para superar tensiones, canalizar infundados reclamos y promover, insistentemente, el diálogo en aras de lograr la tranquilidad social y la vigencia del régimen constituido.

En democracia se respeta la opinión de todos y se reconoce al periodismo, no como un poder, sino como instrumento al servicio de la humanidad. (O)

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