Como en ningún momento de la era republicana, hoy, los medios de comunicación privados han desatado increíble guerra contra el régimen de la Revolución Ciudadana y su conductor, Rafael Correa Delgado. Aunque van perdiendo, paulatinamente, hegemonía y el control de la opinión pública por su abierta entrega a la derecha reaccionaria y su evidente apoyo a la insurrección, en nuestro ámbito, todavía un importante sector de la población se mantiene vulnerable a la influencia de esos medios particulares y no alcanza a darse cuenta del manejo de las informaciones cercenadas y manipuladas; la exaltación de falsos valores y de la intención malévola de ciertos articulistas de conducta agresiva, convertidos en audaces conspiradores del orden constituido.
De otro lado, se destacan agrupaciones organizadas, de indígenas, estudiantes, trabajadores y profesionales, que utilizando diversos canales de la moderna tecnología, plantean una prensa nueva que cumpla su misión: difundir la verdad e iluminen al pueblo hacia un mundo de paz, equidad, igualdad de oportunidades y armonía social.
En esta crucial encrucijada insurgieron los medios públicos, las cadenas nacionales y los mensajes sabatinos en respuesta al supuesto imperio de los medios ‘independientes’, por un equilibrio en el proceso comunicacional, una correcta formación de la opinión pública y principalmente, en defensa de la democracia y el régimen del Buen Vivir.
Es urgente recordar y puntualizar que los medios comerciales, prensa, radio y televisión, ya perdieron la objetividad en el manejo de la noticia, tanto en el contenido como en los titulares; y en el género de opinión, a ciertos articulistas solo les falta salir a las calles a pedir a gritos la terminación del régimen democrático de Rafael Correa. Ahora, cuando se vive un proceso insurreccional de grupos políticos sediciosos, sin esperanza de ganar una lid electoral por su mediocridad y desprestigio, la prensa privada desata su limitado poder en su apoyo para intentar la caída del gobierno de la Revolución Ciudadana.
Es indispensable rememorar que los medios públicos contribuyen a conocer más de lo que ocurre en el país y que, por conveniencia, los privados lo ocultan, y a clarificar los acontecimientos, en ocasiones alterados para confundir a los ciudadanos y que se formen una distorsionada opinión pública.
El Primer Mandatario, con acierto, instauró el mensaje sabatino para responder a las agresiones de los periodistas y políticos desgastados de derecha; resumir, a manera de rendición de cuentas, sus labores, el avance y evaluación de obras sociales, silenciadas por los medios particulares; y su coloquio con los ecuatorianos de los sectores más recónditos de nuestra geografía, para atender reclamos y pedidos en procura de mejorar los servicios públicos.
Mientras el periodismo ‘independiente’ abandona su función de servicio a la colectividad, en protección de sus intereses y de la oligarquía, alentando a la oposición en la toma del poder estatal, los medios públicos se convierten en baluarte de la democracia, mediante la difusión de pautas para superar tensiones, canalizar infundados reclamos y promover, insistentemente, el diálogo en aras de lograr la tranquilidad social y la vigencia del régimen constituido.
En democracia se respeta la opinión de todos y se reconoce al periodismo, no como un poder, sino como instrumento al servicio de la humanidad. (O)