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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Los libros del demonio, en manos de Hitler

Historias de la vida y del ajedrez
09 de abril de 2015 - 00:00

Sucedió en el siglo XVI. El fraile español Diego de Landa llegó a tierras mayas y quedó maravillado por el arte de aquel pueblo. Sus tapices y esculturas, los colores de sus dibujos y la armonía de sus cantos, lo dejaron sin palabras. Pero, por supuesto, no todo era belleza. Hasta allí no había llegado el evangelio y aquellos pueblos milenarios tenían otra religión. Era urgente exterminarla. En principio lo intentó de buena manera, predicando, convenciendo, contando una historia que los indios rechazaban, aunque simulaban aceptar. Pero después, el fraile descubrió que la idolatría persistía. Los indios ocultaban sus imágenes paganas, y practicaban en secreto sus propios ritos religiosos.

La solución, entonces, fue la tortura, la hoguera para los infieles y la incautación de todos los ídolos para ser quemados. Y no solo los ídolos: también lo que el mundo conoce como los códices mayas, la más sorprendente y bella biblioteca americana de todos los tiempos.

Diego de Landa hizo una pirámide con miles de libros mayas, obras de arte que recogían la memoria milenaria de aquel pueblo, y le puso fuego ante la consternación de los indios. “Se arrancaban el cabello a dos manos del dolor que sentían. Y tanto gritaban y rogaban y mucho plañían y se quejaban al ver las llamas, como si en ellas se fuera su alma” Así describe el fraile el dolor del pueblo al ver que quemaban su memoria.

Otro cura, Bernardo de Sahagún, dijo de aquellos libros quemados: “El demonio ha sembrado la literatura náhuatl de toda la belleza posible, para engañar inclusive a los cristianos y ha creado con sus palabras un bosque florido que parece que eleva el alma, pero es para esconderse él, como lo hacen las muy ponzoñosas serpientes”

Pero no todos eran iguales: Diego Durán otro sacerdote español, al leer lo anterior, escribió: El demoníaco encanto de aquellos códices no existe. Son un mar de delicadas y ricas metáforas, de admirables sentencias llenas de sabiduría superior”

Sin importar nada, Diego de Landa les metió fuego y en el último momento decidió salvar de las llamas tres libros que se los envió al Rey de España, al que nada le importaron aquellas páginas únicas en la historia universal. El monarca las regaló, las olvidó en alguna parte, y al final aparecieron 400 años más tarde. Por una jugarreta del destino, estaban en manos de Adolfo Hitler. Pero el espacio se agota. Será en la próxima cuando narre quién las rescató de las manos del Führer. El ajedrez, como la vida, también es el universo de las sorpresas.  (O)

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