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El Telégrafo

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César Hermida

Los lenguajes de la piel

28 de junio de 2014

Un lector recomienda comentar buenos libros, no solo cuando salen a la luz. Los lenguajes de la piel (Editorial Pan Óptika, Quito, 2013) es una novela de Modesto Ponce, escritor de edad mayor que lo hace con oficio, habilidad en la forma y profundidad en el fondo. Solo se extrañan los nombres propios de la ciudad y sus escenarios.

Se refiere al placer, que lo disputan dioses y demonios, “dioses (los pequeños, cercanos), (que) tienen más trato con los humanos, y se equivocan menos, (mientras) el otro Dios (el Grande), lejano y siempre con demasiados intermediarios, es un ser desconectado de la tierra” (pág. 118). Señala que, cuando “las grandes pasiones son intocadas porque los cuerpos no se unieron en ninguna forma… solo queda el olvido… Con la consumación queda el recuerdo. Sin el apareamiento, únicamente el vacío o cierta ansiedad hueca” (223).

Dice que “la inventiva humana, creaciones, innovaciones, descubrimientos, inventos… las nuevas ideas… han sido calificados como demoníacos…”, pero que “el supremo don del ser humano es la imaginación. Aún más que la razón”. Asegura que “tratan de relacionar placer con ‘pecado’ porque desprecian este mundo y aborrecen el cuerpo. No es más que una forma de controlar lo más sagrado que tenemos, nuestra fuerza emotiva”. (…) Demonio viene del verbo griego daio que significa conocer” (226).

Sobre el placer puntualiza que “el orgasmo es la mayor expresión mística y emocional del ser humano. Es la forma de orar por excelencia. La ofrenda y la comunión unidas” (229). “En el acercamiento corporal… está Eros… Este ser interior incita al amor y al sexo, a la exacerbación de la sensibilidad. Conduce a la imaginación, al arte, a la belleza. Lleva a la búsqueda de la felicidad terrena…” (230). “Vender el alma al diablo, en la lengua cotidiana, señala el humano anhelo de obtener belleza, riqueza, placer, felicidad. ¿No será una manifestación de la sabiduría popular?” (231). “Como no existe el maligno, ni Dios tampoco, todo es obra del hombre. ¿Y cómo se libera el ser humano de su maldad? Pues a través de Eros, del arte y de la creación.

El Eros incluye ‘al otro’… el acto creativo se vincula con una de las esencias humanas, la imaginación, bajo cuyo impulso se han movido las ideas de los hombres y la historia” (241). “La ternura rompe todos los tabúes… permite… la irreverencia, y convierte a las parejas… en novios, amantes y amigos” (244).

Estas reflexiones se dan en la recomendable novela, entre historias de parejas, de nuestra realidad.

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