Podemos es una organización que ha puesto a discutir y reflexionar al mundo. Los españoles que la conforman promedian los 40 años, pero la mayoría de sus seguidores es de distintas edades. Lo más importante es su lenguaje, ideas y planteamientos políticos. Son jóvenes más por sus ideas renovadoras que por su edad. Hablan de la casta como acá se habló en su momento de la partidocracia; enfrentan a las élites con un discurso revolucionario y antimonárquico; generan la atención mediática, no porque los medios estén de acuerdo sino porque elevan el rating, como en su momento ocurrió en Ecuador en 2006.
Y ahora que ‘reflexionamos’ sobre bajar la edad para postularse a la Presidencia de la República, bien vale pensar no solo en un asunto etario, sino -y ante todo- de las ideas. ¿Es posible discutir de nuevos ideales desde grupos renovadores de jóvenes o viejos de la política? ¿Cuántos políticos o movimientos sostienen ahora, en Ecuador, un discurso fresco, movilizador y con ‘picantes’ exploraciones en la discusión pública alrededor de temas y problemas complejos?
Parecería que no hay. Y es posible que el efecto del proceso constituyente todavía tenga largo aliento. Pero también ausencia de ideas ‘revolucionarias’ para momentos revolucionarios, en toda la extensión y hondura de la palabra. Hasta ahora no se agota (y es posible que no se explique del todo) el verdadero significado de un cambio de época. En primer lugar, porque hay unas resistencias a cambiarlo todo por temor a perder ciertos privilegios y, por supuesto, a una ausencia de convicción de quienes hablaron siempre de cambio y lo que desean realmente es vivir bien en el mismo sistema.
La inserción de nuevas generaciones en la política ecuatoriana es evidente. Pero parecería que en algunos jóvenes falta creatividad y algo de ingenio para la política. En muchos cargos y dirigencias estatales la edad promedio no pasa de los 40, como ocurre con Podemos. La diferencia es que los españoles no están en el Gobierno y más bien su disputa es por arrebatar a la casta ibérica esa hegemonía atornillada. En Ecuador se ha querido colocar, forzosamente, a las nuevas generaciones de la política en el colectivo Yasunidos, pero eso es falso si miramos quiénes son sus verdaderos voceros, pensadores y operadores, aunque en realidad su bandera (el ecologismo) es de varias generaciones ya.
Lo de fondo es que hemos llegado al momento de decaimiento de una idea movilizadora y la ausencia de otra para afrontar los retos del futuro, que siempre será un escenario para toda clase de creatividades, agendas e ideales. ¿Y no será que se gesta en la misma corriente que impulsó el cambio desde 2006 la posibilidad de nuevas ideas que darán lugar al surgimiento de otras figuras? La edad, como se sabe, no define la frescura ni la potencia de una generación. Y por eso la escasez de esas ideas y propuestas es un reto a superar por todas las generaciones de políticos del Ecuador.