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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Los fantasmas del pasado no ayudan al realismo que pide Jorge León

17 de septiembre de 2015

Jorge León ha escrito algo (http://lalineadefuego.info/2015/09/15/frente-politico-sin-correa-por-jorge-leon-t/) que difícilmente será atendido en las derechas e izquierdas en la oposición: “Ecuador parece regresar a sus fantasmas del pasado en que cada uno mantiene sus posiciones y de suplemento rehusa el diálogo y la acción conjunta en alianza con los demás partidos o políticos”.

Lo dice justo cuando concluye la primera etapa del “Diálogo por la equidad y la justicia social” propuesto por el gobierno y desarrollado por Senplades. Por los resultados a la vista (sin sectarismo) hay dos evidencias que en esta misma página destacó Werner Vásquez (http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/dialogos-ciudadanos-la-democracia-y-sus-adversarios.html): “La sociedad ha pasado de querer más política pública distributiva a demandar más reconocimiento y redistribución” y “Los diálogos cuestionan, de hecho, la propia existencia y funcionamiento de los movimientos sociales y políticos: su capacidad de representar y movilizar lo social”.

Y si es así, entonces ¿por qué los grupos políticos en la oposición se niegan al diálogo, a afrontar sus responsabilidades públicas con la sociedad y con el mejor ánimo también a contribuir a una salida a la crítica situación económica? Es una pregunta que no encuentra respuestas. Todo su andamiaje discursivo gira al rededor de un solo eje: la salida de Rafael Correa (o desmontar el correísmo, como dicen los más cautos).

Siendo así, tiene mucho sentido lo que señala Jorge León y con lo cual vale la pena, por lo menos, conversar más allá de cierto revanchismo personal (en ciertos casos una venganza individual) en esos dirigentes y portavoces que son ahora golosina de los medios: “Las fuerzas de izquierda están apeladas a asumir el contexto de una coyuntura crítica para construir un programa adecuado para la circunstancia y para construir poco a poco el post-correismo. Ello exige en primer lugar, recordar que las fuerzas políticas con que este sector cuenta, en votos y organización, son propios a una minoría y que la protesta no se traduce en votos, por lo general. Cierto realismo, por lo mismo, se impone.”

Yo diría más bien que todas las fuerzas políticas, incluida Alianza País, están obligadas a pensar en una intensa revolución democrática, que profundice lo avanzado en estos ocho años, corrija ciertos errores, pero jamás piense en un ‘post-correísmo’ en el marco en el que ahora se expresan, en unidad de criterios, Guillermo Lasso y Alberto Acosta, con sus matices puntuales. Para los dos (erigidos como los caudillos de derechas e izquierdas) la única salida es que “se vaya Correa”, como si con eso los fantasmas de los que habla León serían la tabla de salvación a lo que implica una verdadera, profunda, potente y auténtica transformación social para salir de nuestra condición de economía frágil y primario exportadora.

Ni derechas ni izquierdas en la oposición proponen una plataforma democrática realista, con un programa viable y con un liderazgo que cautive. Al enfrascarse en tumbar a Correa han perdido, incluso, capacidad de convocatoria (las marchas se agotan en la foto de un prefecto tiznado o en la cifra de policías heridos y manifestantes presos). Por eso no es peyorativo señalar que siendo minorías, en democracia, ni siquiera concurren a una reflexión política para entender en la sociedad que actúan, con los adversarios que se confrontan y en la perspectiva histórica de caminar hacia lo que ordena la Constitución, esa ‘caja de herramientas’ para una causa colectiva por el Socialismo del Buen Vivir. (O)

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