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Increíble. Dos cosas. Una, que los rezagos del viejo neoliberalismo dan sus coletazos cuando se trata de defender la privatización de lo público. Dos, que lo público, sus significados, se relativizan, se someten a lo privado cuando son tocados beneficios particulares.
Entonces, surgen episodios, nada patrióticos, cuando se trata de plata; nada comprensibles ni aceptables en una República.
Peor aun cuando esos actos vienen de mano de quienes les antecedieron; quienes, se supone, son ejemplo a seguir. Pero resulta que no. Parece que es un tema tabú cuando se trata de hablar de la esfera militar. Se crea un silencio particular, una expectativa en espera de que “pueda pasar algo…” Son momentos que dan cuenta de hasta dónde hemos crecido como ciudadanía en el país. Ya no se necesitan árbitros, mediadores, definidores de lo que es mejor para el Ecuador.
El orden civil prima por sobre cualquier otro orden social, guste o no.
La sociedad dirime sus posiciones por vías democráticas. Cuando se afirma que Ecuador ha pasado y pasa por profundos cambios se está diciendo que como sociedad ha elegido el instrumento político de esos cambios.
Nadie queda por fuera. No puede haber mundos paralelos. No puede haber ciudadanos de primera, ni de segunda, ni de tercera. Ha sido la lucha social de las mayorías la que ha permitido que el país rompa las ataduras con esa tara, con esa falacia llamada neoliberalismo.
Así que recurrir a la fórmula del salvador de última instancia ya no funciona. No más tabúes a conveniencia. No más silencios. Sí más debate, como por ejemplo: ¿Por qué en Ecuador hay diferentes seguros sociales públicos, que siendo públicos, con fondos públicos, parece que funcionan como privados? ¿Por qué unos tienen seguro social, cobertura social, y otros no? ¿Por qué unos tienen regímenes especiales y otros no, y muchos otros nada? Es un derecho de todos alcanzar el bienestar y asegurar el nivel de vida de nuestras familias.
¿Acaso hay profesiones de primera, de segunda y de tercera? ¿Acaso la equidad y la justicia solo vale cuando se trata de los propios; y la lealtad y la solidaridad hasta cuando me tocan el bolsillo? Y el “servicio y la responsabilidad social”, ¿dónde quedan?
¿Qué pensarían hoy aquellos hombres de la Liga Militar -gestores de la seguridad militar- de la Revolución Juliana de 1925? Uno de sus gestores, el Tcrnel. Plaza, decía: “(…) fuimos también oficiales pundonorosos y nunca buscamos algo que pudiera llamarse compensación a nuestra actividad revolucionaria. Todos nuestros afanes fueron por la Patria y para la Patria, por su grandeza y prosperidad democrática” (Juan J. Paz y Miño, 2002).
Lucharon contra el liberalismo plutocrático; contra esa bancocracia enferma de ambición y racismo, de regionalismo, que decía no tener ideología. Parece que hoy algunos “ex” se prepararan para salir del retiro, comenzando su conscripción política. Mal arranque.