Están lejanos los días en los cuales la profesora de la escuelita nos enseñaba que el agua es un líquido incoloro e inodoro. El agua, de acuerdo a las investigaciones científicas realizadas, tiene color, de un matiz azul, que solo se puede detectar en capas de gran profundidad.
Los académicos definen los colores del agua. No es broma, es una forma de identificación del agua, para su utilización y administración con diferentes fines.
Los actuales conocimientos del ciclo hidrológico del agua han permitido establecer que la precipitación anual (pluviosidad) sobre las tierras emergidas del planeta es del orden de 115.000 km3. Este es el total del agua que la Tierra tiene para mantener la vida.
El agua verde es la que queda retenida por el suelo convertido por su porosidad en una gran esponja y corresponde a 70.000 km3, del volumen total permitiendo la existencia de la vegetación natural (bosques, praderas, matorral, tundra), así como los cultivos de secano (cultivos dependientes de la pluviosidad). Esta es el agua que al evaporarse vuelve desde el suelo o por la transpiración de las plantas directamente a la atmósfera.
El agua azul, cuyo volumen se considera en 45.000 km3, corresponde a las captaciones naturales y a las aguas superficiales (lagos naturales, ríos). Según Aquastad, el volumen anual de agua azul utilizada para el regadío de unos 400 millones de hectáreas es del orden de 2.000 a 2.500 km3/año; pero de esta cantidad, según la misma fuente, solamente unos 900 km3/año son los realmente consumidos por las cosechas.
Los inventarios de los recursos hídricos renovables se refieren al agua azul y estas cifras indicarían que la escasez del agua establecida mundialmente se originan en la deficiente distribución y administración de los recursos hídricos.
El agua gris corresponde a las aguas contaminadas generadas en los procesos productivos de los usos urbanos estimándose que vuelve a la red de alcantarillado el 80% del agua suministrada con estos fines.
Se ha considerado también otros colores del agua, asignándole el color amarillo dorado para referirse a las aguas con alta salinidad o componentes tóxicos que pueden ser transformadas en aguas potables o aptas para la agricultura mediante los modernos procedimientos de la ingeniería química.
Los colores del agua son conceptuales, identificando sus características o su utilización en los inventarios de los recursos hidrológicos para definir la huella hidrológica y ecológica de sus usuarios.
