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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Lo sólido que se ha desvanecido en el aire

16 de mayo de 2014 - 00:00

Hay alguien en Ecuador TV que cree en la República de los cinco pasos a la redonda. “En mi República por decreto jamás se botará un papel en la calle”. “En mi República por mandato, siempre se ayuda a la gente”. “En mi República no se pierde la paciencia, así piten y piten”. “En mi República por mandato se recoge la caca del perro”. Esa es la República de los cinco pasos. Es una República perversa.   

Es de un medio público que se recoge una idea del prototipo del ciudadano desde el individualismo. Es la idea del liberalismo individualista, la idea del cazador y pescador solos y aislados de Smith y Ricardo, desde donde Marx inicia su Introducción a la crítica de la Economía Política. La construcción de la ‘robinsonada’ (de Robinson Crusoe) que fue recogida como un exceso de refinamiento y un retorno a una malentendida vida natural, que en realidad deambula en una sociedad de libre competencia donde cada individuo aparece desprendido de sus lazos naturales.

Ahora bien, Marx tenía una poderosa razón para crear una concepción opuesta al liberalismo individualista, la misma noción que se mantiene vigente en la teoría neoclásica. El individuo ‘robinsonado’ es únicamente social cuando son medios para satisfacer los deseos y aspiraciones individuales. Y ese individuo natural independiente del todo mayor, inexistente en la familia o la tribu o las comunidades, aparece únicamente en la sociedad moderna, la sociedad burguesa. La sociedad que vincula a los individuos unos a otros por medio del mercado.

Mi República de los cinco pasos es un producto de esta relación individual, natural y preexistente, que excluye a lo social de la construcción social. Es únicamente en mi República de los cinco pasos en donde yo puedo construir una relación armoniosa con mi medio. Y es únicamente desde mi República de los cinco pasos, desde mi parcela de individualismo, que yo puedo generar un cambio positivo. Esta es una noción algo alejada de ese Sumak Kawsay constitucional y fundacional por el cual alguna vez votamos.  

Pero también es un reflejo de una forma de pensamiento, formas de ser, determinaciones de la existencia de un “modo de producción”, entiéndase de ese neoliberalismo salvaje incrustado dentro en nuestras interacciones y nuestra percepción de la construcción, o no, de lo social y la sociedad.

Puede ser darle demasiada importancia a un comercial de 40 segundos. Pero es en ese espacio en que toda la idea de la revolución se viene abajo. Al final, seguimos siendo un producto sin conflicto de ese individualismo. Lo sólido, que se ha desvanecido en el aire.

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