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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Lo que necesitaba nuestra patria

04 de abril de 2014

Era Amor (con mayúscula). Ella lo entregaba y no era correspondida por los representantes de las élites. Ellos solamente tenían amor al dinero. Luego de aprovecharse de sus recursos, la humillaban y la abandonaban a su suerte. Y así fueron pasando los días, los años, las décadas, los siglos.

Las honrosas excepciones existen; algunos sí la amaron de verdad: Rumiñahui, Fernando Daquilema, Eugenio Espejo, Juan Montalvo, Eloy Alfaro. Los jóvenes oficiales de la Revolución Juliana; los jóvenes militares y civiles de ‘La Gloriosa’. También la amaron Leonidas Proaño, Pepe Gómez, Jaime Roldós. Los jóvenes revolucionarios de los años 80. Hoy la aman los que se sienten parte de la Revolución Ciudadana.

Los del ‘amor con interés’ son muchos. Citaremos unos cuantos: los dueños de la banca que, en los inicios del siglo pasado, tenían la facultad –otorgada por ley– de fabricar billetes; concedían créditos al gobierno de turno y cobraban altos intereses. Eran los que tenían el poder real. Eran los que expoliaban a la patria.

Los que –temerosos por los cambios impulsados por la Revolución Liberal– planificaron y ejecutaron el asesinato de Alfaro. Querían conservar sus privilegios.

Los visitantes arribarán a los puertos y aeropuertos, viajarán por el ferrocarril y las excelentes carreteras. Podrán constatar la belleza de la patria.Son los que mataron al pueblo humilde de Guayaquil, el 15 de noviembre de 1922. Son los que masacraron a los estudiantes y ciudadanos guayaquileños, el 2 y 3 de junio de 1959. A los  explotadores no les convenía un pueblo organizado.

Posteriormente apareció el ‘sucretizador’, quien perjudicó con 1.200 millones de dólares a la patria y dio inicio a la larga y triste noche neoliberal.

En el período del ‘pan, techo y empleo’ se guardaron bajo siete llaves los proyectos de generación eléctrica que el entonces Instituto Ecuatoriano de Electrificación tenía listos, porque utilizarían el agua de los ríos y dañarían los negocios de las termoeléctricas privadas.

En la etapa del ‘poder de la experiencia’ se renunció a la soberanía al firmar los TBI.

La ‘fuerza de los pobres’ designó como miembros de Junta Monetaria a los banqueros. Fue presidente de aquel cuerpo colegiado el heredero rico.  

Con el profesor de Harvard –anulados los controles de las Superintendencias de Bancos y Compañías– llegó el aciago feriado bancario. Entregó la base de Manta a los marines. Funcionarios de la empresa petrolera estatal firmaron documentos en los que certificaban que  Texaco había dejado todo muy ordenado y limpiecito en la Amazonía. ¿Serán las dos últimas acciones las que dificultan su extradición?
Más tarde, el coronel declaró ser el mejor amigo del imperio.    

En los tiempos del cardiólogo, la presión arterial de la patria subió a niveles preocupantes como consecuencia de las frustraciones de muchos años.

Como no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista, la Revolución Ciudadana llegó.

Con la promoción que lanzó hace pocos días el Ministerio de Turismo, los visitantes arribarán a los modernos puertos y aeropuertos. Luego viajarán por el ferrocarril y las excelentes carreteras. Podrán constatar la belleza de la patria.

Es probable que muchos de ustedes también se enamoren… y se queden.

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