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Lucrecia Maldonado

Lo mejor que podía suceder

11 de noviembre de 2015

Algunos de los principios de espiritualidad, tan en boga en nuestros días, afirman que lo que sucede en la realidad concreta es lo mejor que ha podido suceder. Y dicen que esto se puede aplicar a cualquier circunstancia de la vida. Es incierto que sea real. Resulta difícil pensar que algunos sucesos, como por ejemplo la Segunda Guerra Mundial, hayan sido en su momento lo mejor que podía haber pasado. Y tal vez no se sepa nunca si así fue. Sin embargo, más allá de los acuerdos o desacuerdos, posiblemente este principio nos ayude a superar la inmediatez en la que se desenvuelve nuestro tiempo, y a mirar los sucesos desde una perspectiva más amplia y conciliadora, así como a moderar nuestras reacciones ante las circunstancias de la contienda política.  

Con este preámbulo es posible acercarse a la celebrada (por sectores de oposición) ‘derrota’ de Raúl Vallejo en las elecciones para rector de un centro de estudios regional tan importante como la Universidad Andina Simón Bolívar. No ganar, en un primer momento, se diga lo que se diga, siempre lleva consigo cierta decepción. Después de todo, si no se anhelara el triunfo, no se presentaría una postulación.

Fue triste ver cómo este proceso académico se empañó con las triquiñuelas propias de la más burda politiquería: arteras impugnaciones, rumores, reacciones personalistas y otras cosas por el estilo. Fue triste también ver cómo gente que jamás se ha interesado medio milímetro por la vida académica del país ni del centro académico en cuestión se posesionó de las redes sociales para escupir veneno, que no fueron otra cosa la mayoría de los cientos de ‘tuits’ de celebración por los resultados de la consulta previa.

Sin embargo, a medida que bajan las aguas, se puede ir comprendiendo por qué el mencionado principio espiritual afirma que lo que está sucediendo en este momento es lo mejor que podía haber sucedido. Y básicamente es porque, para quien tiene oídos para oír, como dice el Evangelio, en este proceso resonaron muchas e innecesarias voces de odio que no tenían por qué haberse manifestado, y que ayudarían a las personas con discernimiento a observar cómo la agresividad, la bronca y los procedimientos politiqueros, arteros e incluso descorteses no vinieron precisamente del lado de Vallejo y sus seguidores.

Por otro lado, sabemos que, después de este proceso, con sus múltiples cualidades, con su trayectoria, sus talentos e inteligencia, Raúl Vallejo no ha perdido absolutamente nada. De la Universidad, en cambio… esperemos que tampoco. (O)

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