No hablamos de la ficción mercantil y financiera de ofrecer un futuro mejor a costa de manejar las tasas de interés e invertir los fondos de los ahorristas en proyectos que consideren relevantes y prioritarios para incrementar sus ganancias anuales. Tampoco nos referimos a los ausentes incumplimientos de las ofertas de campaña de algunos candidatos que centraron sus propuestas en poner en baratillo sus ideas, no concentrándose en los problemas estructurales sino en llevar a la política al campo moral de las ilusiones más vanas. Peor nos referimos a los extensos ensayos ‘reflexivos’ de una oposición que busca pasar por ilustre, intelectual y poderosamente exquisita.
Aquella que se fue configurando en algunos círculos autodenominados académicos que les permitía construir su propio imaginario de país y de nación; donde se daban a sí mismos un lugar privilegiado y a partir del cual supieron exitosamente desarrollar todo un juego de redes parentales, de privilegios y de prestigios. Proclamados intelectuales con profundo y complejo celo de los ya fallecidos y a los cuales buscan hacer cierto tipo de culto para convertir en piedra las ideas más brillantes que tuvieron en vida. Si algo serio está por venir son los retos de innovar los modelos de organización y superar la pobre y rudimentaria crítica que aún abunda en los espacios de reflexión o de pensamiento. Para las propias ciencias sociales y humanas lo mejor está por venir; por fuerza de innovarse en sus categorías, conceptos y métodos para comprender lo que estamos atravesando como nación y así superar los lugares comunes de las respuestas antihistóricas.
Este es un tiempo estupendo para que los propios pensamientos marxistas se desprendan, no de sus ejes más privilegiados, sino que se despojen de sus cultores sectarios que negándolo en su carácter histórico aún confunden coyunturas, estructuras y entropías; llegando a una mezcla polvorienta de kantismo criollo andino, al cual le han sumado un sinnúmero de autores de toda fuente para construir un panteísmo de la nada.
Lo mejor está por venir, sin duda alguna, porque será la propia historia y sus contradicciones la que nos obligue a innovar los fundamentos de un proyecto político que aún necesita de motivaciones radicales de cambiarlo todo en este pueblo. Las nuevas generaciones pasan por una disyuntiva de ahondar las ganancias y el disfrute alcanzado o provocar un nuevo giro a la izquierda dentro del mismo proyecto político.
Las fuerzas de un proyecto político se están tensando fuertemente y la mejor vía de la innovación pasa por recuperar la disputa, el disenso, el análisis; romper con los círculos y los cuadrados del poder representativo. Ahora más que nunca debemos impulsar la construcción de un poder dual que es aquel que se representa a sí mismo y cara a cara reclama lo que le pertenece. Sí, lo mejor está por venir y será por la vía del socialismo y no del capitalismo financiero bancario oportunista.
