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El Telégrafo
Alfredo Vera

Liderazgo (1)

24 de febrero de 2015

Un tema complejo y que lleva a interminables, serios y sesudos debates dentro y fuera de las organizaciones responsables de impulsar, o mejor, conducir los procesos de cambios revolucionarios en una parcela de la humanidad, entendiendo que el juzgamiento que hace la historia, además de implacable e irreversible, sobre los actores y sus experiencias, quedan simplemente como referentes, porque al paso del tiempo se vuelven absolutos y no hay cómo cambiarlos o revertir aquello acontecido, porque, además,  los arrepentimientos resultan tardíos e inútiles.

Los grandes y profundos procesos revolucionarios son pocos en la historia contemporánea y se cuentan con los dedos de las manos, aunque involucren a personajes inmarcesibles de la historia e incorporen a más de una gloriosa personalidad, sean o no entre ellos contemporáneos.

Allí están los procesos de la Revolución Francesa, de las guerras de la primera independencia de Latinoamérica; la Revolución Bolchevique en Rusia, la guerra de la independencia norteamericana, la Revolución Mexicana, La Revolución Cubana, la Revolución China; la Revolución Vietnamita; las revoluciones de la Segunda Independencia Latinoamericana y algunos procesos particulares como los de Mandela, la Independencia de Argelia, la Primavera Árabe, etc., etc.: tantos y al mismo tiempo tan pocos procesos si los medimos comparados a los miles de años que transcurren en la historia universal.

Cada proceso histórico ha tenido sus propias características y, dentro de ellos, ha habido aspectos peculiares que no son iguales, ni siquiera semejantes, como sucede con los liderazgos y el papel que han jugado figuras como Robespierre o Simón Bolívar, o José Martí, o Lenin, o Mao Tse Tung, o Fidel Castro, o Allende, o el ‘Che’ Guevara, o el que puedan jugar más adelante Hugo Chávez o Kirchner.

Primero que cada persona y cada época histórica, cada sociedad, cada organización, cada componente social es tan, pero tan particular, que no se puede comparar uno con otro, aunque haya circunstancias que tengan algunas similitudes o semejanzas, como iremos viendo en algunos casos de esta serie que iniciamos hoy.

En la historia no hay endosos de responsabilidades y sería injusto que apareciera por allí un historiador peregrino que tuviese la audacia de interpretar que la culpa de que fulanito no hiciera tal o cual cosa para impulsar el cambio revolucionario, por hacerle caso a los consejos de menganito, que tenía una visión equivocada del momento histórico crucial.

El liderazgo es único e invaluable y tiene sus momentos cúspide en los que se toma o no una resolución acertada o se la deja de tomar y probable o seguramente no haya otra oportunidad igual.

Los liderazgos no se compran, no se fabrican, no se venden, no se prestan, no se ceden, no se alquilan: son o no son, de mayor o menor magnitud, pero son los que son o los que pudieron ser.

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