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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Líbano

07 de noviembre de 2015

Una breve estancia en un lugar no permite formar un juicio de valor respecto de sus condiciones socio-políticas. Sin embargo, el contacto con gente de toda condición ayuda a comprender la actual coyuntura.

Aún son visibles, sobre todo en Beirut, las cicatrices de la guerra civil (1975-1991). Decenas de construcciones conservan la huella de feroces enfrentamientos. Las grúas que se elevan por todas partes en terrenos aparentemente baldíos reconstruyen edificios que se llevó la guerra.

Aparentemente se vive una pausa en un conflicto no resuelto. El país no ha elegido presidente desde 2006. Según algunos testimonios, no se convocan elecciones por el temor de constatar la existencia de una abrumadora mayoría musulmana.

Líbano fue invadido y dominado por el imperio otomano hasta la Primera Guerra Mundial. Esta ocupación fue especialmente cruel. Eso explica en buena medida la diáspora a fines del siglo XIX que llevó a los libaneses a los más distantes lugares del mundo. La memoria de las víctimas se perennizó en Beirut en la Plaza y Monumento a los Mártires, caídos en la lucha por la independencia del país. Posteriormente Líbano fue protectorado francés. Obtuvo finalmente su independencia en 1943.

Con Israel y Siria como vecinos, la situación de Líbano se ha agravado puntualmente varias veces. Por un lado, a causa del incesante conflicto entre palestinos e israelíes. Duelen en la memoria Sabra y Chatila. Desde 2012 se suma a esto la guerra que se libra en Siria.  

Es generalizado el rechazo de los ciudadanos libaneses a los gobiernos que atacan a Al Assad y apoyan a la oposición prolongando esta guerra, entre ellos los de Arabia Saudita y los Emiratos. Siendo todos árabes, se evidencia un fuerte contraste entre el derroche y la ostentación de emiratíes y saudíes frente a los limitados recursos de la mayoría de la población libanesa, pese a su alto nivel cultural.

Incluso libaneses muy adinerados confían en un pronto término del conflicto armado, a fin de continuar con sus amistosas relaciones comerciales. La simpatía con el gobierno de Al Assad radica en el carácter laico de su gobierno. Gracias a esa tolerancia, tanto en Siria como en Líbano conviven laicos, cristianos y musulmanes de diversas confesiones, impensables en otros países de la región. Llama la atención, así mismo, el respeto por la autonomía de las mujeres, a quienes se puede ver en todas partes desempeñando todo tipo de oficios y profesiones, algunas vestidas a la usanza musulmana, cubiertas a veces de pies a cabeza; otras con modernos diseños occidentales.

En un territorio que no llega a los once mil kilómetros cuadrados y con una población cercana a los seis millones de habitantes, Líbano es patria de gente trabajadora y generosa. Prueba de ello es el éxito de su gente en todas las latitudes. Beirut es un centro financiero mundial. Además, por su gran belleza geográfica, con cadenas montañosas que bordean el Mediterráneo, es por ahora un oasis de tolerancia y paz en el convulso Medio Oriente. (O)

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