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El Telégrafo

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Gustavo Pérez Ramírez

Legados por rescatar

16 de agosto de 2015

Durante la visita del Papa Francisco al Ecuador, el nombre de Mons. Leonidas Proaño no fue mencionado por las autoridades eclesiásticas; solo lo hizo el Presidente en su discurso de bienvenida. En Bolivia tampoco las autoridades eclesiásticas aludieron al sacerdote jesuita español, Luis Espinal Camps, quien detenido por paramilitares y torturado, fue asesinado en 1980.

Había concebido una cruz tallada en la hoz y el martillo, el regalo que el presidente Evo Morales obsequió al Papa. También en su visita a Colombia, guardadas las proporciones, las autoridades religiosas estarán remisas a que se pronuncie el nombre del sacerdote Camilo Torres Restrepo (1929-1966).

Resumo, para quienes no hayan oído de él, que fue un joven burgués, que recién ingresado a la universidad a estudiar Derecho, escuchó a unos sacerdotes dominicos franceses explicar que la esencia del cristianismo es amor al prójimo, solidaridad y compromiso. Decidió dedicar su vida a este ideal, optando por el sacerdocio.

Para aprender a hacer más eficaz ese amor, estudió Ciencias Sociales en Bélgica, y de regreso a Colombia, puso en práctica su opción por los pobres. Su superior eclesiástico juzgó que se apartaba de la Doctrina Social de la Iglesia, y rechazó el diálogo para explicar por qué. Camilo se vio obligado, muy a pesar suyo, a dejar el ministerio sacerdotal; optó por la política, apelando al principio de subsidiaridad, y conformó un prometedor Frente Unido del Pueblo, al que quiso llevar al poder, como lo hiciera Gaitán en los años cuarenta.

Ante las persecuciones y amenazas, comprendió que la oligarquía no cedería el poder sino por la fuerza, y se unió a unos compañeros universitarios que recientemente habían fundado el Ejército de Liberación Nacional, ELN; se acogió a la doctrina de Santo Tomás sobre el derecho a tomar las armas en defensa del pueblo. Pensaba que la victoria estaba a la vista, y que se retiraría a ejercer el sacerdocio en un remoto lugar rural. Murió cuando, a raíz de un enfrentamiento con el Ejército, ayudaba a bien morir a soldados que agonizaban.

Muchos eclesiásticos autoridades civiles, militares, lo siguen condenando y le aplican el “memoricidio”; hasta se ocultan sus restos mortales.

Sin embargo, con motivo de los 50 años de su muerte, en febrero de 2016, avanza una estructurada campaña a través de Latinoamérica para revivir su legado. Desde finales de 2013 se dieron señales de cambio. Como biógrafo de Camilo, fui invitado por el padre rector del seminario San José de Bogotá a dar unas conferencias sobre Camilo en las que puse en contexto su vida, muerte y legado fundamental.

Considero que la conmemoración del cincuentenario, más que con discursos, debería ser reactivando su labor política, aglutinando en un Frente Unido a la clase popular y a todos los que acepten luchar con el pueblo, dejando a un lado lo que los desuna y todo oportunismo personal. (O)

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