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Las sombras, los cuerpos y el deseo

20 de febrero de 2015

Ahora que miles de personas hacen cola en las puertas de los cines para entretenerse bajo las 50 sombras de una ‘ficción barata’ (Madonna), con dizque tintes de erotismo sado, abuso, machismo y, lo que es peor, que “idealiza y generaliza la violencia contra las mujeres” (Amy Bonomi, autora de un estudio realizado en la Universidad de Michigan con 650 jóvenes, entre 18 y 24 años.).

Ahora que muchos especialistas temen (¿será para tanto con una mala película?) que pueda verse como normal una relación abusiva basada en “un modelo a seguir de amenaza constante, identidad alterada y ausencia de libertad”. Ahora que jóvenes mujeres caminan en la calle con artefactos que cuelgan de sus cuerpos intentando parecer sumisas, es necesario aún más que el Gobierno Nacional tenga un programa de educación sexual para jóvenes y adolescentes.  

No cabe duda de que la obra pública del gobierno de la Revolución Ciudadana es ya enorme y visible. Sin embargo, en temas de sexualidad, aborto y de la gestión de la Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar y la Reducción del Embarazo en Adolescentes (Enipla) no ha sido del todo feliz.

Lamentablemente, y numerosas organizaciones de mujeres ya lo han dicho, la forma de asumir los temas vinculados con la educación sexual, al encargar la Enipla a Mónica Hernández, es una vuelta al pasado. Y parece inconcebible que, a estas alturas del nuevo siglo, pensemos que desde el Estado se pueda plantear que, para reducir los embarazos en adolescentes, la única política pública sea la abstinencia y la fidelidad.

Como sabemos, un Estado laico, el Ecuador, no puede proponer, desconociendo el presente y una realidad evidente, un solo tipo de familia y, lo que es peor, una educación sexual oscurantista basada en preceptos morales y religiosos. Así como necesitamos un país abierto al mundo y al conocimiento, necesitamos también una juventud que pueda ejercer a plenitud sus derechos reproductivos. Necesitamos una juventud que, con responsabilidad, asuma su derecho al gozo y al placer. Una juventud que no tenga miedo de sus cuerpos ni de sus deseos carnales. Necesitamos una juventud que viva sin temores, sin esconderse bajo las sombras del miedo y el recelo, y mucho menos cubiertos de anacrónicos fundamentalismos.

La ministra de Salud, Carolina Vance, ha dicho que los embarazos en jóvenes, de 15 a 19 años, se han reducido en un 6,8%, precisamente como consecuencia de un plan intersectorial y de una educación sexual que se aplica (¿aplicaba?) desde hace dos años. Es indudable que la ignorancia y la mala información son las que contribuyen a aumentar los embarazos en adolescentes, por ello se requiere profundizar en una educación sexual y reproductiva abierta, franca y natural. Que nuestros jóvenes tengan acceso a la planificación familiar, a los métodos anticonceptivos y a una atención gratuita y de calidad.  

Que a propósito de esta mala película (ni erótica ni porno) ojalá podamos en familia y/o en las aulas, dialogar y reflexionar en torno a nuestra sexualidad. Que pueda impartirse a nuestros jóvenes una educación para no avergonzarnos de nuestros cuerpos ni nuestros deseos. Por el contrario, una educación que nos permita a todos, y en especial a los jóvenes, llevar una vida sexual activa, plena, sana y responsable.

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