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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Las responsabilidades de un líder

17 de diciembre de 2015

¿Dónde terminan las responsabilidades de un líder? Esa es la pregunta que muchos se formulan hoy y que particularmente debe estar inquietando al presidente Rafael Correa, ante la exitosa arremetida de la restauración conservadora en América Latina.

Es totalmente comprensible que el líder de la Revolución Ciudadana quiera alejarse por un tiempo del espacio agitado de la vida pública y dedicarle más tiempo a su vida privada. Pero también es explicable que el país esté pendiente de sus decisiones, en un momento de tan grande expectativa.

Es más: el mismo RCD ha admitido en teoría la posibilidad de que su partido pierda en 2017 el control de la mayoría parlamentaria y de que esta pase a manos de la oposición, ante lo cual ha especulado con la idea de que, si esa mayoría impidiese la gobernabilidad, el Presidente que le suceda, que se supone sería de AP, pudiera disolver la Asamblea Nacional y dar paso a la denominada ‘muerte cruzada’.

Todo esto ha dado lugar a que la ciudadanía baraje algunas opciones sobre lo que espera del líder, una vez que, por propia iniciativa de este, ha quedado eliminada legalmente su reelección inmediata.

La primera de ellas es la que plantean ciertos correístas intransigentes: que RCD sea candidato a diputado, actúe como una locomotora que arrastre vagones de votos a su partido y termine convirtiéndose en presidente de la Asamblea Nacional, para defender desde allí los logros y perspectivas de la Revolución Ciudadana.

Una segunda opción, que apoyan otros, sería la de que RCD se limitara a ser jefe de la campaña electoral en las próximas presidenciales, dejando que Alianza PAIS y sus nuevos líderes asuman la responsabilidad de enfrentar los embates de la derecha y construir una sólida ruta partidaria.

En este segundo caso, Rafael Correa quedaría convertido en la gran reserva política de la Revolución Ciudadana y habilitado para competir en las siguientes elecciones presidenciales, sea que estas se produzcan en 2021 o incluso antes, en la eventualidad de una ‘muerte cruzada’.

En ese todavía confuso panorama electoral, lo único cierto es que Rafael Correa seguirá gravitando con gran fuerza en el destino futuro del país. Su formidable obra de transformación mental y física de Ecuador le ha ganado ya un lugar de mérito en la historia nacional y, sobre todo, en el corazón de la ciudadanía. Por todo ello, sospechamos que el mismo día que abandone el poder comenzará a convertirse en el ‘Gran Ausente’ de la política ecuatoriana y que esa figura mítica se acrecentará con el tiempo.

Si Velasco Ibarra lo logró con sus planes viales y, sobre todo, con la fulguración de su palabra, Rafael Correa dejará detrás de sí una inmensa cauda de obras públicas y de reformas sociales, a lo que se sumará el recuerdo de la educación política prodigada al pueblo y el halo de dignidad conquistado para la nación.

Si el presidente Correa es actualmente un fenómeno sorprendente de la política ecuatoriana y latinoamericana, todo indica que mañana será un mito imbatible. (O)

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