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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Las herencias

18 de junio de 2015 - 00:00

Parece que la propuesta de reforma al impuesto a la herencia, sumada a la revisión del impuesto a la plusvalía han causado un verdadero pánico en el sector de la población más pudiente, no sé si por temor a enfrentar la realidad de la muerte, que como dicen los norteamericanos: “Nada hay más cierto como los impuestos y la muerte”, o por la posibilidad de que gran parte de su riqueza no vaya a sus herederos. Tan preocupados están, que lanzan gritos para que en Quito tumben al Gobierno (creo que allá son especialistas en estos menesteres) para evitar que sus descendientes queden sin su heredad.

El monto que se ha recaudado por impuesto a la herencia en el país, de acuerdo a la tarifa vigente y aun lo que se recaudaría con las tarifas propuestas, no son cifras significativas dentro del presupuesto nacional, lo cual nos lleva a concluir que no puede ser una propuesta fiscal, sino ideológica. Y ahí está el detalle.

Asumamos que realmente los ecuatorianos esperamos heredar algo de nuestros mayores. Comparemos con lo que sucede en los Estados Unidos de Norteamérica, donde realmente hay plata. Un cuarto de su población, es decir unos 75 millones, espera recibir una parte de los 6 billones  de dólares que 64% de las personas jubiladas esperan dejar a las jóvenes generaciones  en sus testamentos. A propósito, testamento  es algo que los americanos lo hacen, mas no muchos ecuatorianos.

Bien, para la mayor parte, heredar algo de sus abuelos o padres puede tener un cierto sabor amargo. Ha muerto gente querida, pero reciben, sin embargo, mucho dinero para amortiguar el golpe, unos $ 80,000 en promedio en EE.UU. Realmente son malas noticias, pues es muy probable que ese dinero no dure mucho. Si reciben unos $ 10.000 la tendencia es usarlo como dinero de bolsillo. Y aun si la herencia es más grande, la mitad de la gente la despilfarrará en el primer año; 9% usará el efectivo para comprar una casa más grande, 3% comprará joyas o un lindo carro y 3% se tomará unas espectaculares vacaciones.

Pero el camino del heredero está pavimentado de buenas intenciones. Tres cuartas partes de ellos quieren: pagar su hipoteca, abrir un fondo de jubilación e invertir el dinero en la educación de los chicos. Lo cual se queda en meras promesas. Es así como los consultores de finanzas domésticas pregonan que la gente debe ahorrar de la herencia por lo menos el equivalente a 12 de sus salarios para los tiempos malos; luego pagar las deudas que generan más alto interés (tarjetas de crédito, préstamos de vehículos, etc.) y a continuación pagar las deudas de la educación de los hijos (recordando que es primero el ahorro y luego el pago de deudas). Finalmente, y si queda algo, invertirlo en una forma segura para tener un ingreso adicional.

¿Qué pasa con las fortunas realmente cuantiosas? La estadística de administración de negocios nos dice que las empresas familiares difícilmente alcanzan la tercera generación. Y la leyenda urbana es lapidaria: “La primera generación la construye; la segunda la gasta; y la tercera la acaba”. (O)

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