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Edmundo Vera Manzo

Las financieras de destrucción masiva

27 de diciembre de 2014

Warren Buffett, el inversionista más famoso en los últimos cincuenta años, en 2008, en plena crisis económica mundial, en gran parte causada por el mal uso de los derivados financieros, los definió como “armas financieras de destrucción masiva que conllevan peligros, latentes por ahora, pero potencialmente letales. (...) Los derivados son bombas de tiempo, tanto para las partes que negocian con ellos como para el sistema económico”.

Hasta hace menos de una década tan solo uno de un millón de personas sabía  lo que es  un derivado financiero. El sistema bancario y financiero desde siempre se ha cuidado de que su mundo sea comprendido por los ciudadanos comunes. Lo fácil lo hacen difícil y lo complejo  casi imposible de comprender. Henry Ford decía: “Es bastante bueno que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario, porque si lo hiciera, creo que habría una revolución antes de mañana por la mañana”.

Por ello es que Robert T. Kiyosaki se dedica a la educación financiera y en este tema sostiene que “la definición más amplia de derivado es: sustancia que se puede producir a partir de otra sustancia. Por ejemplo, el jugo de naranja es derivado de las naranjas. La definición de derivado financiero es: producto que tiene el valor de un activo variable subyacente. Podemos tomar como ejemplo una acción de tipo común derivada de alguna empresa como Apple Computers. Dicho llanamente, cuando adquieres una acción de Apple estás comprando un derivado de la compañía Apple, y cuando compras una acción de un fondo mutualista estás comprando un derivado de dicho fondo, o sea, un derivado de acciones: un derivado de un derivado”.

En 1971, el presidente Richard Nixon, sin pedir consentimiento al Congreso, rompió la relación entre el dólar estadounidense  y el oro y de hecho hizo que se creara una forma de salir de las deudas imprimiendo cualquier cantidad de dinero. La inflación se disparó y muchos se sintieron millonarios y se inició un boom financiero artificial. La actual crisis financiera arrancó en 2004, cuando “la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) permitió que los cinco más grandes bancos de inversión aumentaran su reserva fraccional de 10 a 40.

En otras palabras, si ponías 100 dólares en el banco, los más grandes podían prestar cuatro mil; y después, los cientos de bancos que recibían ese dinero podían prestar 10 veces esos cuatro mil dólares. Todo ese dinero tenía que colocarse en algún sitio y muy pronto los corredores de bienes raíces estaban buscando prestanombres. El desastre subprime se expandió y estalló, con lo que se vino abajo la economía mundial”.

La avaricia hizo, y todavía sucede, que se creen cadenas muy grandes de derivados sin respaldo y de altos riesgos. Se montan negocios de la nada y se mueven muchos millones abusando de la ignorancia, la ambición  y de la credibilidad de los proyectos financieros. El mercado de derivados pueden ser de acciones cotizadas, tipos de interés, las hipotecas subprime, los Credit Default Swaps (un contrato bilateral entre un comprador y un vendedor de protección), bonos de deuda de los países, fondos mutuos y de pensiones, papeles tóxicos, deudas incobrables, compraron papeles que luego los traspasaron a otros, etc.

Las instituciones financieras que tienen banca comercial y de inversión social que administran el dinero de los ahorrantes, deben ser conservadores y prohibidas de utilizar los depósitos de los clientes para invertir en derivados riesgosos.

Según Matteo Guainazzi “frente a todo esto, ATTAC pide la prohibición global de los productos derivados de materias primas, un impuesto global sobre las transacciones financieras y la gestión 100% pública de todos los servicios que garantizan derechos sociales”.

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