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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Las drogas, los límites de la libertad personal y el Buen Vivir

03 de octubre de 2015

En la presente reflexión cuestionamos la presunta ‘libertad’ que de hecho practican algunas personas, para drogarse en público, prácticamente a la vista y paciencia de todo el mundo (en las calles, taxis, transportes públicos, restaurantes, bares, parques, balnearios, etc). Considero que las personas que quieren drogarse deben hacerlo junto con otras personas  que se quieren drogar, se están drogando o en lugares solitarios (en los baños, terrazas, vivienda habitada por una sola persona, familias enteras que se drogan, en espacios públicos para drogarse, como existen para quienes fuman o beben, etc.). No se debe fumar, beber o drogarse junto con otras personas que no quieren hacerlo, pues, de  forma indirecta, se está incitando, desafiando, provocando e invitando a que se lo haga. Se está violando la libertad y derecho de los demás a quienes se  obliga a ver, oler, sentir efectos y conductas de quienes se están drogando.

En cualquier aspecto, la libertad absoluta no existe. Nadie debe hacer lo que le da la ‘regalada gana’. Toda libertad tiene límites. La libertad de una persona termina donde comienza la libertad de la otra persona. No hay que pensar tan solo en mi libertad, sino también en la misma libertad que tienen los demás. Practicar la regla de oro y ley suprema en todas las relaciones interpersonales: trata a los demás como quieres que te traten a ti. Cada uno y el conjunto de los miembros de cualquier grupo humano y sociedad  deben exigir el respeto de los límites de las libertades de todos. La libertad que asumimos en un momento determinado se encuentra siempre acompañada de la responsabilidad de nuestros actos.

Toda elección a favor o en contra tiene consecuencias favorables o perjudiciales para el desarrollo personal y de los demás. No existe escapatoria. Incluso el abstenernos, el creer ser neutral, de no estar a favor o en contra de alguna opción, lleva implícita la libertad de pensar y tomar esa decisión, es también una elección que tiene consecuencias negativas o positivas: abstenernos, cuando debimos estar a favor de algo o abstenernos cuando debimos estar en contra. Con base en los supuestos y creencias anteriores como parte de una educación preventiva y correctiva sobre las drogas, se requiere elevar la conciencia y la participación de los ciudadanos y del Estado con todas sus instituciones. La clave de la educación, hace miles de años, es que los padres, maestros y ciudadanos deben dar buenos ejemplos.

No tienen ‘derecho’ los padres a drogarse delante de sus hijos, se pierde la autoridad moral, peor aún cuando los padres son vendedores de drogas. Tampoco los padres deben aceptar ‘pasivamente’ que sus hijos consuman o sean microtraficantes de drogas. La situación llega a sus límites extremos cuando los padres son de un muy pobre nivel educativo que los encierra en el círculo vicioso de la droga. Los padres deben recurrir a las diversas instituciones que intervienen sobre las drogas. El Estado ecuatoriano, a través principalmente del Gobierno y la Asamblea Nacional, debe incorporar las disposiciones que constituyan el marco legal, que impida el libertinaje y la indolencia de los ciudadanos. Se requieren disposiciones para que no queden vacíos que permitan, como en la actualidad, que muchas conductas equívocas de parte de los niños, adolescentes y adultos se cometan porque no existen normas específicas que prohíban determinadas actuaciones en el hogar y en lugares públicos. Y como no están prohibidas, se entiende que están permitidas.

Deben incorporarse prácticas sanas que formen parte de la educación preventiva contra las drogas. La situación actual señalada no está ayudando a la construcción de una sociedad del Buen Vivir y la felicidad a las que muchos aspiramos. (O)

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