La transitoria propuesta por el Presidente de la República de que las modificaciones a la Constitución, respecto a la reelección no se apliquen para las elecciones de 2017, posponiendo la postulación indefinida, evidencia la consolidación de un nuevo momento para el proyecto político de la Revolución Ciudadana.
Los actores políticos que han centrado sus acciones en oponerse a la reelección tienen, ahora, la dura faena de reinventarse en sus discursos para no morir en el intento de alcanzar la Presidencia y las curules de la Asamblea. Bien se sabe que el eje de la disputa electoral 2017 no está en alcanzar Carondelet, sino en disputar una mayoría en la Asamblea. Con la propuesta de una transitoria, el propio movimiento PAIS asume una gran tarea histórica en la renovación de sus cuadros políticos.
Renovación que implica la continuidad del fortalecimiento de sus estructuras a nivel nacional con perspectiva territorial. El fortalecimiento del horizonte ideológico y político en un programa de gobierno renovado para 2017. Pero el mayor reto, quizás, radique en disolver cualquier intento de emergencia de facciones. Entendiéndose aquellos grupos que buscarían posicionar identidades político-electorales desde donde ejercer fuerza para tener presencia en las futuras postulaciones a la Asamblea…
De los males que aún sobreviven de la partidocracia es aquel del vanguardismo. Aquellos pensamientos de
creerse poseedores de una verdad avanzada e iluminada. Grupos que bajo el argumento de la ‘crítica’ y el análisis sofisticado con retórica en ciertos términos monolíticos de los clásicos de la izquierda se arrogan estar un paso adelante en la tendencia, lo que los lleva a la falsa creencia de que es su deber andar rescatando la ‘esencia’ de los proyectos.
Pero el trasfondo es el mismo: interés electoral, potenciar o crear una capacidad de maniobra, personalismos, etc. De ser efectiva la transitoria veremos hasta dónde llegan los intereses personales y grupales. En cualquier caso será público el destape. Veremos hasta dónde pueden llegar las interpretaciones personales sobre la unidad y la pluralidad. Notaremos la solidez ideológica y política. Veremos las capacidades colectivas y ciudadanas para innovar un proyecto político, articulados en las estructuras del movimiento.
También veamos si los aprendizajes democráticos han calado en los actores políticos, sobre todo en aquellos que insisten en vender el enlatado neoliberal-bancario de la economía social de mercado. Además, si la autodenominada izquierda radical supera el viejo discurso estalinista y le propone algo distinto al Ecuador, superando los enmascaramientos falaces del pachamamismo-oenegismo, recreado en una visión de lo andino desde ciertas oficinas académicas de la capital como del mercadeo quincenal de pasar de lo político a lo económico y al revés: darle cien vueltas a la desaceleración económica para que cuadre en su imaginario de ‘crisis’ y complacer a sus editores mediáticos. La lección: la democracia se construye con reales disensos éticos y no con falsos consensos morales. (O)