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El Telégrafo
Ramiro Canelos S. Vicerrector Académico/UIDE

La tragedia de las redes comunes

02 de octubre de 2022 - 00:00

En 2009 se otorgó el premio Nobel de Economía a Elinor Ostrom (1933-2012), primera mujer en recibirlo (profesora en Arizona State University), gracias a su aporte que resuelve el dilema planteado por G. Hardin “la tragedia de los bienes comunes”, que consiste en la explotación de un recurso común - al que las personas de una comunidad tienen acceso libre, abierto, gratuito – y que estos agentes económicos al perseguir intereses independientes, lo llevan indefectiblemente hasta su agotamiento, como sucede en zonas pesqueras, talas de bosques, agua para riego, pastizales, etc.

En su obra principal “El gobierno de los bienes comunes”, Ostrom demostró que la interacción de estos agentes puede racionalizar esta explotación mediante arreglos institucionales públicos y privados. Toda esta explicación es para forzar una analogía con lo que se observa en las redes sociales y que bien podría llamarse la tragedia de las redes comunes. Son libres, abiertas, “gratuitas”, pero no se agotan como los recursos ambientales; no obstante, el debate circunstancial del momento sí lo hace. Pierde su fuerza cuando la turba digital repleta de emocionalidad ha visto saciada su demanda de inmediata “justicia”. Limitadas por un número de caracteres son incapaces de profundizar una reflexión y llevan el debate a la simplificación y polarización radical. Se colman de desmanes, aberraciones, estupideces que repugnan a unos, atrae la atención de otros y no asumen responsabilidades y consecuencias jurídicas.

Siempre ha existido maldad en el mundo y se ha expresado de diversas formas a través de los siglos; sin embargo, las redes sociales son ahora un gigantesco altavoz que genera ruido en la convivencia social. Se han convertido en una plaza pública digital, un escenario de ajusticiamiento mediático que pugna por reemplazar a las instituciones que son las llamadas a procesar cualquier hecho controversial más allá si es o no de nuestro agrado.

Azorados vemos multitudinarias descargas de maldad, irreflexión, insensibilidad, desasosiego, e insatisfacción. El barullo, el desconcierto, la sinrazón y la estupidez se expanden y se imponen en una sociedad robotizada en su comportamiento como una mancha de aceite. El propio secretario de la ONU ha mencionado en Twitter que las redes sociales “están causando un daño incalculable a las sociedades” y que “necesitamos marcos regulatorios para cambiar eso”. No se pretende eliminar las redes sociales, sería ir en contra de un mundo digital que ha traído y trae muchos beneficios en todos los ámbitos, relaciones familiares, negocios, educación. Concientizan, fortalecen y expresan solidaridad en temas de género, etnias, sostenibilidad; y por supuesto, han dado voz a quiénes no la tenían; empero, hay que discutir un “gobierno” de “redes comunes” en semejanza al trabajo de Ostrom. Construir una interacción de “agentes” sobre la base de arreglos éticos y morales públicos y privados para no agotar o erosionar un bien común, como es el derecho a opinar, a disentir sin odios; de otra forma, viviremos de forma permanente la “tragedia de las redes comunes”.

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