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Hace casi dos décadas se produjo el éxodo doloroso de parte de nuestro pueblo, a causa de la quiebra bancaria cuyas consecuencias catastróficas en lo humano y financiero son todavía visibles y muy duras, especialmente en el seno de la familia migrante, y también por la sangría de la flor y nata de nuestra población: profesionales, obreros calificados, mujeres y hombres valientes osados, que con trabajo y sacrificio ampararon al Ecuador en la debacle económica y nutrieron a hijos y familiares. Infortunio que ahora algunos banqueros políticos quieren que Ecuador borre de su memoria para volver a las andadas. La ausencia forzada y dolorosa del terruño patrio, de más de un millón de compatriotas que marcharon hacia tierras lejanas e inhóspitas, donde padecieron la agresión de la anomia, el desarraigo, la ruina del ente parental, fue y es la mayor de las desdichas nacionales.
Empero, la magnitud de la calamidad humana de hoy, con miles de personas evadidas de la miseria y la guerra, familias muertas en el mar y abandonadas en autopistas europeas, oriundas de África y Oriente Medio, que en estos días la televisión recrea en noticieros, supera comparaciones, si es que en los dolores y las desgracias de la humanidad pudieran darse mediciones. La diáspora actual con etiología diversa causada en ocasiones por actos de barbarie generados por ejércitos privados y señores de la guerra, ideados por agencias de inteligencia de las grandes potencias: talibanes, EI, que como en la obra El doctor Jekyll se tornan enemigos feroces de sus creadores, pero cumplen la labor propicia a los intereses del capitalismo mundial: crear focos bélicos en países que no son favorables a sus designios de mando. Ocurrió en Irak, Libia, Siria, donde la agresión sectaria persiste.
En el ámbito de la crisis migratoria siguen ocurriendo atentados de lesa humanidad. En el ingreso a suelo alemán, la tendencia de la violencia neonazi prevalece, aunque hay otra Alemania solidaria. La Europa de los derechos humanos y el Estado de bienestar se perdió en los pasadizos del neoliberalismo que destila tufillo enervante de fascismo. La heterogeneidad cualitativa de la existencia humana y su riqueza propia cede ante la futilidad de cifras de mercado, por ello es tan repudiable la actitud oficial de la UE, frente a la ola migrante, que por todos los medios intenta llegar al Viejo Continente. No obstante, hay que incentivar con firmeza y con pocos mecanismos racionalistas la toma de conciencia de toda la humanidad en referencia al drama de centenares de miles de seres desplazados que, absortos, en inacción entre fronteras, esperan. Ya tres mil muertos es el costo de la desidia del planeta desarrollado. La cuestión migratoria y sus causas actuales económicas sociales son de tal gravedad que ameritan una respuesta global inmediata. El orbe pobre en el espejismo de la ultracivilización mecánica egoísta del hemisferio opulento y dispendioso, atrapado en trampa perversa del mercado que -para unos tantos demanda devociones reverentes- requiere estar muy alerta. Actualmente, por la acción vil de las actitudes neocolonialistas, estamos ciertos de la insensibilidad extrema de los regímenes occidentales para aquellos ciudadanos que durante siglos fueron sus súbditos en colonias y protectorados en África y el Oriente. Solo nos queda acudir a los foros universales a querellarnos contra estos protervos poderes que en las sombras deciden la vida de todos en arrebatos restauradores de viejos dominios imperiales, sepultados por la historia. (O)