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La tercera revolución educativa (2)

15 de septiembre de 2012

El problema central que debe superar la educación ecuatoriana es cambiar la mentalidad y espíritu elitista y  todas las formas de discriminación que, sin excepciones, existe en la sociedad ecuatoriana. Se cree que se debe educar y, por tanto, ser incluidos solo a quienes reúnen todas las condiciones intelectuales, conductuales y morales, y excluir a quienes se encuentren por debajo de la “normalidad”. No miramos, no reconocemos, no aceptamos las potencialidades y talentos demostrados, sino a lo que se manifiesta como diferente y no se tiene para excluir. A esta actitud contraria al derecho humano a la educación la llamo: “Te pillé, desgraciado”.

Es urgente poner en práctica  la educación inclusiva. A los profesores, en particular a los de educación básica, les corresponde atender al ciento por ciento de la diversidad de problemas sociales, psicológicos y culturales de los estudiantes y educar de forma individualizada. Todos los establecimientos educativos deben recibir estudiantes con discapacidades diferentes y hacer el trabajo educativo hasta el límite de sus aptitudes y talentos, y no excluirlos por lo que no pueden. Los profesores deben tener preparación no solo en las asignaturas, sino psicológica y social.

Lo dispuesto sobre la promoción en el actual reglamento de educación, como en el anterior, no motiva, porque al darse cuenta el estudiante de que no va a aprobar una asignatura y que, por consiguiente, va a repetir el año, “se tira al abandono” en la mayoría de las asignaturas que podía aprobar. Si la promoción fuera por asignaturas, se  motivaría a estudiar y aprobar las materias que sí cree que puede hacerlo. Si la aprobación del grado o año fuera por promedio entre las asignaturas, la  motivación a estudiar sería mucho mayor.

Igualmente desmotiva a los padres y representantes, quienes al ser avisados que “el estudiante va a perder el año”,  para salvar los gastos o las pensiones, lo retira. El fondo del problema no es reglamentario, sino un prejuicio egoísta de discriminación, porque no aceptamos a las personas tal como son y convivimos con ellas. Por ello Einstein decía “que más fácil es desintegrar un átomo que un prejuicio”. Mientras la educación ecuatoriana no sea inclusiva y de calidad para todos, no cambiará el modelo de economía “primario-exportador”, no existirá la sociedad del buen vivir ni la paz social.

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