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El Telégrafo
Karla Morales

La ruda y sucia campaña contra el islam

31 de marzo de 2015 - 00:00

No sé si el copiloto alemán era terrorista. Sí sé que si fuese musulmán, ni los medios ni las autoridades se habrían referido al accidente del avión de Germanwings como un ‘descenso voluntario’. El islam es paz. La palabra, de hecho, significa eso, paz. El fundamentalismo, el yihadismo, todo eso que estamos viendo estos últimos años no es islam, se han apropiado del término unos cuantos fanáticos que usan la religión como pretexto para justificar actos violentos. Tal como en nombre de Dios los católicos justificaban a la Inquisición en su lucha contra la herejía.

La población musulmana sufre discriminación en varios ámbitos de la vida a causa de su religión, su origen étnico, su condición de género, o por una combinación de estos factores. La discriminación tiene un impacto negativo en sus vidas y afecta sus derechos humanos. Arruina las perspectivas, las oportunidades, la confianza personal y puede ocasionar el aislamiento, exclusión y estigmatización. Por ejemplo, la legislación y las políticas que restringen el uso de vestimenta y símbolos religiosos o culturales a menudo surten el efecto de excluir del empleo a mujeres musulmanas que deciden manifestar sus valores religiosos, culturales o tradicionales llevando prendas específicas y, por lo tanto, contribuyen indirectamente a su marginación. Tales leyes y políticas son perjudiciales para la igualdad y la autonomía de las mujeres.

La discriminación contra la población musulmana en el mundo está alimentada por opiniones estereotipadas y negativas, que no tienen en cuenta factores sociológicos y demográficos básicos, como la diversidad de grupos musulmanes y de sus prácticas culturales y religiosas en toda la región. Lamentablemente, los mensajes de algunos partidos políticos y el retrato que hacen de los musulmanes algunos sectores de los medios de comunicación refuerzan estas opiniones. Los personajes o funcionarios públicos y quienes aspiran a puestos políticos tienen una responsabilidad especial en no promover ni reforzar estereotipos que probablemente propicien la intolerancia y la discriminación. Por ejemplo, si describen el islam como un sistema de valores que niega la igualdad de género o como una ideología violenta, contribuirán a promover un clima de hostilidad y desconfianza hacia las personas percibidas como musulmanas.

Amnistía Internacional publicó un informe sobre la discriminación a los musulmanes en Europa: una radiografía límpida de un proceso de exclusión que se amplía con la influencia creciente de los partidos de extrema derecha que pululan en el Viejo Continente. El informe ‘Elección y prejuicio, las discriminaciones contra los musulmanes en Europa’ es el primero de este tipo por su amplitud continental y analiza la situación en países como España, Bélgica, Francia, Holanda y Suiza, y saca dos conclusiones inmediatas por encima de las estadísticas discriminatorias: primero, que los partidos políticos alimentan el miedo al islam; y, segundo, que las prácticas discriminatorias motivadas por la pertenencia cultural religiosa tienen vigencia “incluso en los países donde la discriminación fundada sobre la religión o las convicciones es ilegal”. La incomprensión es inmensa, tanto como la ruda y sucia campaña contra los musulmanes, incluso cuando tienen la nacionalidad del país en el que residen.

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