Si Julian Assange y Edward Snowden sentaron un precedente sin parangón y colocaron al planeta en una paradoja histórica, lo ocurrido en Brasil con la cumbre NetMundial, la semana que termina, a favor de una verdadera soberanía en el uso de las telecomunicaciones, marcará un hito de connotaciones vertiginosas.
No se trata solo de combatir el espionaje y acabar con esa procaz intromisión en la vida de las naciones, autoridades, ciudadanos y organizaciones. Aunque ya de por sí es una lucha fundamental para frenar esos afanes de colonizar todos los continentes a partir del monopolio de las tecnologías, lo más importante parece ser el sentido político y revolucionario de esta cumbre a favor de la masificación del uso de las tecnologías, sin pasar por el filtro de una sola nación, que ya sabemos para qué usa los datos, correos electrónicos y todas la redes sociales.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, planteó: “Los resultados de NetMundial deben incluir el acceso universal a internet, que es absolutamente determinante para que la web pueda servir de herramienta de desarrollo humano y social”.
Y si ello se llega a cumplir, parece que muchos poderes se vendrán abajo. Acabar con la brecha digital es de la misma magnitud de la invención de la imprenta y la divulgación masiva del conocimiento a través de millones de libros.
Ahora la ‘imprenta’ del mundo se llama internet, pero su acceso es limitadísimo. En América Latina apenas una de cada tres personas tiene acceso. Por lo mismo, en el planeta hace falta impulsar esta necesidad por las razones de Assange y Snowden, por mejorar la calidad de vida de todas las naciones, incluida EE.UU., romper el monopolio del entretenimiento con toda su carga ideológica, facilitar el diálogo entre los pueblos y, por suerte, ampliar el horizonte de la soberanía.
Ecuador, como parte del sur, tiene además que darle otro contenido a esa lucha, porque acá hay nacionalidades y pueblos con un universo que mostrar y con el cual dialogar, a partir de paradigmas políticos renovadores y revolucionarios.
Si los incas, aztecas y mayas hicieron de estos territorios un espacio para la ‘invención’ de ciencias y saberes, ahora nuestros pueblos pueden garantizar un futuro con otra calidad de vida, que no pasa por el lujo ni el derroche de recursos.
Insisto, aunque no haya sido la noticia más destacada (siempre será más importante para el aparato político-mediático de la derecha qué pasa con EE.UU. y su afán de ser árbitro de los conflictos que aupa), la revolución que se avecina con el internet libre rompe ya incluso los esquemas de las izquierdas, encantadas en hacer oposición sin sentido transformador.