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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

La pseudorrealidad mediática

28 de noviembre de 2014

“No hay hechos, solo interpretaciones”, estampaba Nietzsche. Y es así. Claro que hechos hay, pero solo los conocemos por vía de interpretaciones. No captamos las cosas tal cual son, cada uno la percibimos como podemos, según nuestra historia y nuestra realidad social. Es hora de derribar “el mito de la inmaculada percepción”, como bien nos enseñaba algún célebre sociólogo. Todos creemos que lo que vemos es la realidad tal cual es, pero -en cambio- se trata de la realidad tal cual se nos aparece diferencialmente a cada sujeto, acorde a su propia historia y condicionamientos. Es la sociedad, nunca homogénea, la que ha construido nuestro personal pensamiento.

La ideología dominante se caracteriza por naturalizar su propia mirada. Es decir, mira singularmente, pero pretende que lo hace universalísticamente. En tanto el mundo social está organizado acorde a esa mirada, la misma parece plausible: “siempre hubo pobres”, “los desocupados no quieren trabajar”, “el capital produce al trabajo” y parecidas falsedades, aparecen como si fueran la verdad misma, resplandeciente e indubitable. Tenemos versiones personales diferentes, pero en la apreciación de los valores, coincidimos a menudo a partir de cómo nos ha producido el pensamiento hegemónico.

Es el triunfo de la estrategia de la TV. “Ud. lo está viendo”, nos impone, mientras nos oculta millones de otras imágenes diferentes de la que se nos presenta. Pero como Ud. ve solamente esa imagen elegida entre muchas, Ud. se cree que es la verdad. Y cree, ingenuamente, que “una imagen vale más que mil palabras”, sin advertir que ello es erróneo: solo las palabras son capaces de organizar el contenido de una imagen y de señalar si esta representa muchos casos o en cambio solo el que allí aparece, si la imagen explica alguna situación o -en cambio- requiere ser explicada por algo que la imagen no muestra.

El pensamiento se produce contra la imagen, señaló Bachelard al proponer su filosofía de la ciencia. No es viendo volar aves como se construyó el avión, ni mirando la naturaleza como se llegó a la teoría de la relatividad. Bien lo expresaría Einstein: la teoría es “una invención racional”, una audaz propuesta de la mente, no un fruto de la sensibilidad que apuesta a lo que vemos.

La abstracción se ha hecho contra la imagen, insistimos. Y ello es muy válido para apostrofar el antipensamiento que a menudo conlleva la televisión, casi siempre vertiginosa, superficial y pasatista.

Pero también esto nos sirve para desnudar a cierta prensa gráfica que prefiere el efectismo al pensamiento, la fotografía al argumento y la imposición de la banalidad permanente a la capacidad para imaginar otros mundos posibles.

Afortunadamente, hoy diversos gobiernos latinoamericanos -desde Argentina a Venezuela, pasando por Ecuador y Bolivia- se han decidido a desnaturalizar la vulgata dominante y abrir paso a derechos que sean abiertos para todos, disminuyendo la brecha social capitalista.

Lo cual, claro, es rechazado por el antipensamiento mediático, al servicio de las grandes corporaciones. El cual es lacayo también del statu quo. Por cierto: nada más extraño a ese anti-pensamiento que el cambio social, y que la irrupción de los pobres en la posibilidad de mejora sistemática de su situación social.

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