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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿La política y el periodismo, como el arte, se pueden falsificar?

04 de septiembre de 2014

La migliore offerta, la última película de Giuseppe Tornatore, tiene un encanto especial: conduce a los personajes a situaciones verosímiles, algo predecibles, con cierta elegancia artística para enaltecer el amor, el desprendimiento, la entrega absoluta y, por qué no, una exaltación elegante de los buenos modales. Al final la conclusión es descomunal: “Las emociones, como el arte, también se pueden falsificar”.

Una vez que pasa el tiempo, esa reflexión conlleva una mirada a otros espacios de la vida, del quehacer político y del ejercicio profesional periodístico, por ejemplo. Entonces, parafraseando una línea del personaje principal de la cinta, interpretado por ese fabuloso actor que es Geoffrey Rush, podría preguntar: ¿La política y el periodismo, como el arte, se pueden falsificar?

Por lo que veo que hacen algunos portales web, ciertos gremios de periodismo y algunos periodistas, sí. Ya no me cabe duda de que hay una falsificación del oficio. O sea: confabulados, financiados, coordinados, enlazados y hasta sintonizados, más allá de posturas personales e ideologías concretas, hay una falsificación del oficio para también falsificar la política.

Y si a eso le añadimos la gran dosis de moralidad con la que actúan y se autorrepresentan, no queda más duda sobre la afirmación anterior. Por cierto, esa enorme moralidad (traducida en la supuesta independencia y libertad) hace que la tarea periodística se desnaturalice, trasvista y enlode.

Esos personajes que exigen a los medios públicos ‘no servir al poder’ son los que sirven a otros poderes sin vergüenza alguna, pero no son capaces de probar hasta dónde están en el nido del supuesto futuro poder.

Del otro lado, el de la política, hay una falsificación de su natural responsabilidad pública: entrar a la disputa dentro de su lógica y de sus leyes para fortalecer los procesos democratizadores de la sociedad. Como decía nuestra articulista Lucrecia Maldonado, en la edición de ayer: “Se da ese extraño fenómeno de reproducir ideas y pensamientos hasta convertirlos en supuestas verdades que todo mundo repite sin reflexionar mayormente acerca de su veracidad y su significado”.

En estos días vemos cómo se expresa la falsificación de la política en dos campos donde las fronteras se han borrado: periodistas opositores ejerciendo la política desde los medios y actores políticos utilizando las herramientas del periodismo y usando a ciertos medios para el proselitismo más rampante. Bastaría con revisar los cocteles, reuniones y ‘encuentros’ sociales para identificar esa absoluta identidad y hasta cohabitación entre los dos sectores que llegan al punto de sostener frases y lugares comunes casi que calcados.

Como en la película de Tornatore, todo el amor y hasta la ternura con que se expresan los personajes, casi angelicales, la amplitud de sus solidaridades con las causas más nobles, solo esconden esos propósitos burdos para hacer buenos negocios. Ahora que periodistas y políticos de oposición han hecho una alianza tácita, bien vale esta reflexión: lo que hace unos años para muchos de esos ‘periodistas puros’ era una disputa con las empresas de comunicación, ahora es una bella postal de aquellos años mozos donde todo era lucha, rebeldía y hasta sacrificio por una causa popular y democrática.

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