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La peligrosa comedia: el purgatorio

24 de agosto de 2012

Es interesante el giro al análisis que se ha hecho en el caso de Assange. En el mundo se critica la decisión ecuatoriana a partir de argumentos tangenciales. Comenzando por lo contradictorio que resulta que seamos nosotros los abanderados de la libertad de expresión cuando, evidentemente (según la prensa internacional), aquí se vulneran hasta los derechos más básicos de las libertades. Seguramente leyeron esa versión de la prensa nacional. Que lo publica.

Todos los días. Incluso dándoles la razón, eso no justifica el hecho de que en aquellos países donde las libertades son garantizadas irrestrictamente, como en Suecia, pueda obtener asilo o, por lo menos, las mínimas garantías para ser cuestionado sin una inminente deportación. No es una desconfianza en la transparencia y pulcritud del sistema judicial sueco, que valiéndose del cinismo mediático pretende ser comparado con el propio, sino en la transparencia y pulcritud de la diplomacia internacional; la misma diplomacia que fue empañada por su modus operandi dudoso revelado por los cables publicados por WikiLeaks.

En ese sentido, ¿dónde están las organizaciones internacionales de periodistas, aquellas que nos “rankean” y nos fiscalizan desde la trinchera del “ONGeísmo”, en la mayor revelación periodística de la historia diplomática? Desde los editoriales del Washington Post se critica la postura ecuatoriana, el antiamericanismo del presidente Correa y su “fantasía” sobre las manipulaciones internacionales, y se hacen especulaciones de las posibles consecuencias económicas que nos traerá el asilo. Va más allá. Pregunta: ¿valdrá la pena? (Al parecer valió la pena cuando ellos publicaban). Pregunta de la que ha hecho eco la oposición nacional.   

Contradictoria en todo sentido, cuando es Estados Unidos el que ha dicho que no existe ningún interés por extraditar a Assange. Por supuesto, el Washington Post no es vocero oficial del Congreso de los EE.UU., pero nuestra minuciosa prensa nacional no ha sabido establecer las diferencias. Ni los intereses que tienen otros grupos de poder en EE.UU. por sancionar a Ecuador, que evidencia por donde se teje el lobbying (Chevron, principalmente).

A esto se sumaron los gritos por la hipocresía que resultaba el asilo de Assange frente a la situación del ciudadano bielorruso Alexander Barankov. Situación que todavía no ha terminado su curso procesal y que, lastimosamente, su preocupación por esta nació únicamente cuando encontraron una manera de, en este país cuarteador de las libertades, hacer oposición al Gobierno.

Seguimos a la espera. La peligrosa comedia entró en un letargo y estamos a la expectativa de lo que pueda pasar. Mientras tanto, seguimos juzgando con la tangente.

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