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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

La nueva Alcaldía, por Quito y la cultura

16 de mayo de 2014

Está en la cultura de toda la vida. Desde adolescente. Y también en la política. De toda la vida. La conocí cuando ejercía las dos actividades, es decir militaba, en el teatro y en la izquierda. El LN, movimiento de Liberación Nacional nació cuando desapareció el FADI (Frente Amplio de Izquierda) y agrupaba a un gran número de artistas e intelectuales de Pichincha. Mariana Andrade entonces hacía mimo y, con su grupo, era parte de los grandes espectáculos que se producían en favor de las grandes causas y los ideales de justicia, equidad y libertad.

El nuevo alcalde de Quito tiene un gran reto: responder a las expectativas que la nueva administración ha generado en la ciudadanía. Los temas claves son la movilidad, el metro, la reducción de impuestos y la seguridad. Pero también debe estar el tema de la cultura y los patrimonios, y para ello Mariana Andrade es la flamante secretaria de Cultura.   

Mariana, luego de ‘retirarse’ de las tablas ejerció su condición de gestora cultural y productora, sobre todo cuando, junto a Camilo Luzuriaga y Rafael Barriga, funda la sala de cine independiente OchoyMedio. Desde entonces, asumió una vocería crítica respecto a las políticas públicas para el sector de la cultura. 

Administrar proyectos culturales independientes no es tarea fácil, más aún cuando no existen políticas públicas destinadas al fomento de la gestión cultural y a generar espacios para el trabajo creativo de los artistas. Y esto lo sabe bien Mariana. Y quizá esa sea una de sus fortalezas. Por ello, esperamos que al menos desde la gestión municipal se termine con aquella relación clientelar en la que, lamentablemente, han caído las instituciones públicas de cultura.

La generación de políticas públicas para la cultura, en la ciudad, deberá ser la gran prioridad. Incluso sabiendo que la nueva Ley de Cultura reposa ya 5 largos años (demasiados) en la Asamblea Nacional. Bien sabe Mariana, y ojalá el nuevo alcalde, que la cultura es también una fuente de generación de empleo, que activa las economías y sus cadenas productivas y que además fortalece y consolida el autoestima y el sentido de pertenencia.      

Uno de los grandes cuellos de botella para la gestión cultural es la carencia de circuitos de distribución y circulación de objetos culturales, por ello la iniciativa de estructurar una red de salas a través de una alianza público-privada seguro, en esta ocasión, al fin llegará a buen puerto. Y en este punto, el nuevo alcalde, la Secretaría de Cultura y el Instituto de Patrimonio tienen también un reto adicional que lamentablemente el anterior alcalde no pudo realizar: devolver a la ciudad uno de sus mayores íconos culturales, el Teatro Bolívar. 

Son ya 15 años que este patrimonio de la ciudad permanece cerrado y abandonado, para vergüenza de todos los quiteños.  

El espacio público, como escenario no solo para la exhibición sino la generación de expresiones artísticas también deberá asumirse desde una mirada incluyente y participativa. Que nunca más se vuelva a perseguir y reprimir a los artistas callejeros, y este sería el mejor homenaje al trabajo y a la memoria de Fabián Velasco (el hombre orquesta), por ejemplo.

Es necesario revisar, y replantear, el Plan estratégico para la cultura del Distrito Metropolitano, y con una mirada más contemporánea, así, como más plural, establecer las prioridades del sector para los cuatro años de gestión. Determinar con claridad la forma en que los colectivos, grupos, asociaciones de artistas y gestores culturales deben relacionarse con la Secretaría de Cultura.

Que el reto vaya más allá de un gran Festival. Que las grandes avenidas y las puertas para el diálogo se abran de par en par. Que la cultura y su diversidad sean una herramienta para hacer de Quito una ciudad de arte y cultura; orgullosa y respetuosa de sus patrimonios y escenario para un mejor vivir.

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