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El Telégrafo
Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

La nostalgia por la historia (1)

26 de marzo de 2018 - 00:00

“La verdad es que queda mucho, muchísimo por hacer, seguramente con otros métodos y argumentos, pero con la herramienta de siempre, que es el hombre”. (Mario Benedetti, “Nostalgia del presente”, diario Página/12, 7 de julio de 1991) Empezar de esta manera esta nota, evocando las palabras del querido Mario Benedetti es, por unos instantes, una bocanada de aire fresco que nos ayuda a acercarnos a un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976 sin sofocarnos. Por lo menos hasta finalizar la lectura.

El 24 de marzo de ese fatídico año, se instauraba en Argentina y en el Cono Sur el siniestro Plan Cóndor que tuvo como principal objetivo llevar adelante una política de exterminio sistemático instrumentada por las dictaduras cívico-militares, inaugurando así lo que se conoció como Terrorismo de Estado.

Después de la Shoá, el caso argentino es, a nivel mundial, paradigmático en este sentido, donde hasta hoy la cifra de los 30.000 desaparecidos es fuertemente cuestionada y puesta en duda cada vez que se acerca la fecha del golpe, como si eso cambiara la historia. Pero el carácter símbolo del hecho es lo que otorga la legitimidad para plantarse frente a los responsables intelectuales y materiales de lo que consideramos, a todas luces, un genocidio.

La tensión está puesta precisamente en esa palabra: genocidio. Decir que no fueron 30.000 los detenidos desaparecidos y que fueron muchísimos menos, pone bajo la lupa de los detractores el concepto de genocidio con el único fin de desautorizarlo.

El tiempo se lleva a los genocidas argentinos. Alguno de ellos sin llegar a ser condenados. Otros sin condena firme. Otros con juicios en curso. Y otros gozando del beneficio de la prisión domiciliaria. Los que todavía siguen vivos, como el apropiador de bebés, Norberto Atilio Bianco, el “Gestapo santiagueño”, Antonio Musa Azar y otros 549 represores gozan de este beneficio, como para hacer de la justicia argentina una liturgia de impunidad y una burla descarada a las víctimas.

Ahora Alfredo Astiz -el “Ángel de la Muerte”- accederá a este privilegio, haciendo que todo esto se parezca más al “Reino del Revés” que imaginó María Elena Walsh que al país del “Nunca Más” que clamábamos los argentinos. “¡Dios salve a la reina!”. “¡Dios salve a los genocidas y torturadores!”. “¡Dios salve a los funcionarios cómplices y genuflexos!”. Creo que las últimas comillas están de más. (O)

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