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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

La murga de Panamá

12 de agosto de 2016 - 00:00

Una alegre canción istmeña nos hacía bailar en la década de los ochenta; con su ritmo vibrante y picaresca letra, “esta es la murga de Panamá”, motivaba el accionar para el carnaval panameño. Hoy, otra versión -no para los festejos de carnestolendas y obviamente distinta a las tradicionales fiestas en ese bello país- mueve cuerpos y mentes de varios ‘importantes’ del orbe, celebridades que revistas y periódicos y los reporteros de la llamada ‘prensa rosa’ intentan sembrarlos como ídolos dignos de venias y reverencias.

Endiosar a personalidades e instituciones desfasadas, como la monarquía, y a otros favorecidos con esos productos publicitarios para vender primicias de los mass media, ávidos y absortos ante el oropel de las exposiciones públicas de dichos sujetos; de sus matrimonios y separaciones, de polémicas insustanciales, de goles, desfiles de moda y saraos, de traiciones y affaires, todos un buen negocio de unos cuantos avivados. Como decía el fallecido presidente, doctor Carlos Julio Arosemena: “Hay personas que llegan a la insolvencia por estar en la crónica social”. Solo que en esta vez habrá que  sumar a su currículo de socialité los ‘papers’ de Panamá, actos que los delatan, por lo menos, por no creer en las leyes de sus países de origen, e indiferentes a su realidad social, pero también bajo la sospecha de fraude al fisco, delitos por actos viles con dinero sucio, fruto de negocios ilícitos y glamorosos negociados con agentes del Estado.

Organismos de periodistas, que en forma subrepticia los obtuvieron de un bufete jurídico, de sede en la nación panameña -trabajo aparentemente financiado por ONG con nexos casi carnales con la CIA- ha mostrado buena parte -no toda- de esa indagación originada  en la incursión a los sistemas informáticos de Mossack Fonseca, dado a conocer como un claro logro de prensa. Aunque no mencionan hasta ahora a ningún magnate gringo relevante, sea porque no constan en los archivos o por razones inconfesables. Nombran amigos de Putin y Peng, sin mayor elemento de convicción. Suponemos, entonces, que allí pudo estar el interés del espionaje. Mas surge de lo publicado en medios internacionales, junto a sujetos del orbe financiero, la nobleza europea y luminarias del deporte y el cine, también  políticos de alto copete y pedigrí: el premier de Islandia, un  ministro  de Rajoy y el propio exjefe del régimen inglés. Todos ellos derechistas confesos y probados.

En América Latina no podíamos ser menos; aparecen dueños de la TV y políticos mexicanos en una entente muy conocida por su pueblo y registrados en la usina Mossack Fonseca. En Brasil, algunos de los autores del ‘golpe blando’ contra la presidenta Dilma Rousseff flotan en las hojas de la bitácora del estudio abogadil panameño. El diario EL TELÉGRAFO de Guayaquil detectó que 53 firmas jurídicas ecuatorianas, conducidas por abogados locales, son corresponsales del despacho de marras, fundando fideicomisos, utilizados por magnates nacionales para enviar dinero a bancos de paraísos fiscales. En Argentina, el propio presidente Macri está indagado porque su nombre retoza en varias de las entidades creadas en Panamá por estos famosos abogados.

Frente a todo lo expuesto, ¿cuál es la reacción de la opinión popular. ¿Vendrán nuevos hechos a que mitiguen las consecuencias de este nada sutil y dedicado affaire o lo cubrirá el olvido? ¿Habrá una reacción de higiene social para limpiar el fango en el mundo, tanto en los ámbitos estatales y privados? En Ecuador, Rafael Correa ha tomado una decisión trascendental: investigar lo que sea menester y que se castigue caiga quien caiga. Pero lo fundamental es la consulta popular, para evitar que quienes tienen depósitos offshore sean funcionarios públicos en cualquier dignidad del Estado ecuatoriano. (O)

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