Para llegar a desestabilizar al régimen heredado del bolivariano Hugo Chávez, las fuerzas reaccionarias, comandadas por el imperio internacional, requirieron el asesinato de 43 inocentes ciudadanos venezolanos en las denominadas ‘guarimbas’, cuyos causantes han sido sobreseídos por la Asamblea reaccionaria.
Ya en Chile, se desató un período de violencia para que el Estado reconociera el derecho que tienen los pueblos con gobiernos progresistas de otorgar a la juventud la gratuidad en la educación en general.
La derecha acostumbra provocar incidentes de orden civil, con la esperanza de incorporar a los militares a que rompan su juramento de ser obedientes y no deliberantes, para conquistar sus protervos, mezquinos y ambiciosos requerimientos de poder político.
En Bolivia, donde gobierna un indio que le otorgó a sus congéneres derechos que les habían sido negados ancestralmente, porque estaban reservados para los ‘pelucones’ que sabían que la falta de derechos educativos y de salubridad, de trabajos y salarios racionales, mantendrían a los pueblos aborígenes sometidos al círculo de la pobreza y la incapacidad de rebelión. En Brasil acaban de asestar un golpe terrible, inculpando al líder laboral Ignacio Lula da Silva, inculpándolo de un delito que no aparece como tal.
De la violencia destructiva a la humillación de los pueblos solo hay el paso de la cavernización de la politiquería.
En Ecuador están tejiendo todos los hilos para dar un golpe de Estado y destruir los hasta hoy exitosos pasos que permiten avizorar éxitos en educación, salud, trabajo y regeneración del aparato productivo, que comenzó con el reemplazo del sistema hidroeléctrico y debe continuar con la alimentación del pueblo, la investigación y uso del talento humano.
Para esta confabulación, patrocinada por los medios de comunicación, acostumbrados a poner y a sacar gobernantes, y a manejar, a su turno, el destino económico y financiero de la nación, trabajan para obtener el paso de una milicia que puede resultar nefasta, de la insubordinación a la deliberación y a la desobediencia, traicionando su juramento para respetar el orden constituido.
Se han encontrado con un gobernante que está dispuesto a defender las conquistas logradas con la participación del pueblo ecuatoriano, que no permitirá que le arrebaten los bienes y servicios alcanzados por un trabajo y un sacrificio que compensa los años de privación que se han vivido en Ecuador. El pueblo humilde de la patria debe prevenir la lucha para no tener que lamentar otra derrota histórica como las anteriores en las que tuvo que pagar un alto precio con la pérdida de sus derechos.
La acechanza del triunfo de la derecha en el imperio es más que peligrosa por cuanto querrá arremeter contra los pueblos que han osado levantar la bandera de lucha del bolivarianismo, que es un ejemplo digno de seguir.
Pero esta vez, el pueblo llano no se dejará amedrentar por una oligarquía insaciable que no se resigna a perder lo mal habido en toda la historia patria. (O)
