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El Telégrafo
Karla Morales

La historia de las muxhes

30 de noviembre de 2014

Las muxhes son homosexuales, que en Juchitán, localidad del estado de Oaxaca-México, gozan de visibilidad, reconocimiento social y posición dentro de la comunidad, lo que las hace diferentes a las demás comunidades gays de México y Latinoamérica. Les llaman el tercer sexo, aunque ellas se autodenominan ‘intrépidas buscadoras de peligro’.

La cultura zapoteca, la mayoritaria en este istmo de Tehuantepec, no solo acepta la homosexualidad, sino que le otorga un papel y una posición social dentro del grupo mucho más relevante e importante que en cualquier otro lugar de Latinoamérica. Y todo esto en un país reconocidamente machista como México.

 A diferencia de otras partes, las relaciones de las muxhes son con un hombre heterosexual. No se acuestan con otro muxhe. En Juchitán, como en muchos otros lugares, la virginidad era muy importante. Si no permanecías virgen te castigaban socialmente. La mujer tenía que llegar virgen al matrimonio, su novio no podía avanzar más allá de donde socialmente está permitido, indistintamente de la voluntad de ambos. Por ese motivo las muxhes tuvieron su auge en aquellos tiempos. Guardando una complicidad silenciosa con las mujeres de la época.

Se organizaban en la noche en alguna esquina de un parque o en algún lugar donde sabían que el hombre tenía que pasar después de ir a ver a su novia y el hombre tenía dos opciones: masturbarse o tener relaciones con las muxhes. Por ahí empezaba. Todo era muy escondido, algunos tenían problemas con sus novias cuando estas se enteraban, pero a la mayoría de ellas no les importaba, socialmente no era una infidelidad. Si el hombre se iba con otra mujer sí era infidelidad. Pero si iba con una muxhe, no era infiel. Era más hombre aún.

A los hombres que tienen a una muxhe como ‘querida’ se les llama mayates y la muxhe le paga todos los gastos, la cerveza, las borracheras, los caprichos. Ella está enamorada de él; él se aprovecha de la situación. Las muxhes son muy laboriosas, casi todas tienen trabajos bien remunerados, pequeñas empresas y forman parte del tejido productivo de la comunidad. Incluso se han dado casos de muxhes que han pagado la boda de su mayate y hasta los estudios de sus hijos. Su esposa, la mayoría de las veces, sabe... pero calla.

Se califican a sí mismas como ‘el descanso de la juventud’ durante su etapa de crecimiento sexual. Y dicen ser felices así. Aunque la violencia no es ajena a sus vidas. Uno de los casos más alarmantes fue el de una muxhe que tenía un mayate muy agresivo, ahora casado, pero que la estuvo ‘protegiendo’ por dos años con advertencias como “te voy a partir tu madre, cabrón, si te veo con otro”. Al final le dio una paliza, rompió sus dientes, la nariz y varias costillas. Tuvo que ser operada y permanecer una semana en el hospital.

Las mujeres de Juchitán, y madres de muxhes, tienen fuerte identidad e independencia, pues en el reparto de tareas, según las costumbres zapotecas, son ellas las que gestionan el comercio y las ventas en el mercado, y son ellas las que manejan esos dineros. Eso les ha otorgado un espacio de libertad que les permite proteger al hijo muxhe y darle un sitio en la familia.

Hoy las muxhes cuidan a esas madres y padres ancianos y se defienden solos(as). El nombre de su asociación lo dice todo: Auténticas Intrépidas Buscadoras de Peligro.

Las muxhes, en general, no se operan ni se cambian de sexo, algunas se reconocen mujeres y otras simplemente se definen como muxhes, algo que es distinto a todo. No tienen ganas de etiquetarse bajo el prisma obtuso de un occidental. Saben que el mundo es más amplio.

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