La guerra llegó, es, está. Miles de pájaros negros sobrevuelan en el despertar del sol para ocultar la luz y también las sombras. La locura de la guerra volvió y se va a quedar. Una tristísima música sin sonido alguno toca sin piedad sobre los cadáveres de los recién combatientes caídos. La guerra no guarda los muertos: los lanza sobre la conciencia de la humanidad.
Rusia contra Ucrania. Ucrania resistiendo. Ahora Rusia amenaza con disponer del material bélico nuclear. No se anda por los detalles y va directo a destruir el planeta. Rusia no está jugando a los dados. ¿Dónde estás señor de la paz? ¿Dónde estás Dios de le benevolencia? Este es un momento de muerte, destrucción, decadencia. Los cuerpos de los caídos hiede ante la poesía de la vida. El mundo está triste, viviendo una tragedia. Defendamos el planeta. La guerra es contra la Tierra.
Este es el único sitio que tenemos para explorar la existencia humana, de animales, de árboles. Me resulta imposible de creer que en pleno siglo XXI tenemos que soportar una confrontación de este nivel porque Rusia no confía en las instituciones de derecho cuya mediación implique la negociación como mecanismo para la solución de los conflictos. Es inadmisible la invasión rusa a Ucrania. Occidente tiene que frenar el afán guerrerista de Putin. La amenaza de usar el material bélico nuclear ruso contra Ucrania nos pone en el deber ineludible, activo, poderoso y solidario de defender la paz mundial.
Como hace mil años la guerra presente. El dolor clama en el planeta. ¿Dónde estás Dios de la paz? Señor haznos escuchar tú voz de paz en éste momento de violencia y sufrimiento. Señor escúchanos, danos tú paz.