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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La formación política de los políticos que no creen en la política

17 de julio de 2014

@OrlandoPerezEC

Buena parte de las discusiones políticas, escenificadas en los medios, surge de una supuesta verdad: la política es mala, no es saludable y quienes la ejercen son los seres más aborrecibles del planeta. Y en consecuencia, los que señalan esas falacias son el paradigma de la verdad, bondad, inteligencia, pureza y -¿por qué no?- de la política ideal.

Y en medio de eso está la política como ese escenario, concepto y operatividad que transforma la realidad. Para ejercerla hacen falta políticos -valga la paradoja- de verdad. Entonces, ¿dónde nacen y se hacen los políticos para ejercer la política que demandan esos analistas, periodistas, especialistas y aspirantes a políticos que escuchamos en los sets de radio y televisión todas las mañanas?

Por ahora, la respuesta obvia sería que deben nacer y hacerse en los partidos políticos. Pero en Ecuador nadie sabe dónde están esas organizaciones, si de verdad se asumen como tales. La realidad es que la política, en el mundo, se abona y alimenta de académicos, especialistas, activistas, líderes de movimientos sociales, gremiales y de género. ¿Por la ausencia de políticos? ¿Y quiénes son, entonces, los políticos que requiere la política?

El tema pasa también porque hay cierto pudor (falso, hipócrita o curuchupa) de los individuos para asumirse como políticos, en la plena y absoluta extensión de la palabra. Y los que se asumen como tales no necesariamente ejercen la política en todas sus exigencias y obligaciones. ¿Un asambleísta o un alcalde que llega desde la sociedad civil o una organización gremial no es político? Según esos analistas, no.

La realidad nos ha demostrado que la política real -esa que busca transformar la realidad, en cargos públicos o en la oposición- no la están haciendo políticos formados, sino que son ciudadanos, activistas, académicos, empresarios y/o banqueros que entran a ella desde otras lógicas.

Entonces, los partidos y organizaciones que se asumen como entidades políticas están en la obligación de formar políticos, aunque parezca una verdad de Perogrullo. Caemos en el absurdo de que los partidos no quieren formar políticos porque el mundo mediático los estigmatiza (y por eso algunos políticos les dan la razón o agachan la cabeza a los entrevistadores para no perder la ocasión de estar en los sets). Deslindan esa responsabilidad y la supuesta formación está ligada a comportamientos ante las cámaras y no ante los ciudadanos ni ante la sociedad.

La discusión de estos días no es si desaparecen cuatro organizaciones políticas, sino si ellas han logrado formar políticos que sostengan su propia existencia. Y algo más: si, como dicen algunos, hay la intención de concebir un sistema de partido único, ¿hasta dónde se han creado las condiciones para que eso ocurra? ¿La oposición y el propio partido de Gobierno están dispuestos a jugarse en la política formando políticos de verdad?

Ya se escucha calentar los motores de ciertas organizaciones, pensando en 2017, pero no necesariamente para contar con esos cuadros políticos para una contienda de esa naturaleza. ¿Tener candidatos es lo mismo que contar con políticos para el ejercicio pleno de la política de esta época?

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