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Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

La educación ya no es un negocio

05 de julio de 2014

Aún quedan algunos quejumbrosos en el sector educativo, profesores, padres de familia y, además, ciertos articulistas de los medios privados que indagan con minuciosidad temas superfluos para continuar esparciendo su odio contra el régimen del cambio, en su frustrada intención de mantenerse activos en el desentonado coro de la oposición conservadora. No se dan cuenta o fingen ignorar que, con la vigencia de las leyes orgánicas de Educación Intercultural y Superior, de forma paulatina, se entierran vicios del pasado y la corrupción que entorpecieron los fines de la educación: impartir conocimientos, formación de una conducta ejemplar y, fundamentalmente, entregar las herramientas indispensables a las nuevas generaciones para enfrentarse a los avatares de la vida en las diversas etapas de la existencia.

Hay, todavía, maestros activos que, en reuniones con padres de familia, culpan al gobierno de la Revolución Ciudadana del atraso en la entrega de material de trabajo, del uso indebido de celulares en el aula y el aumento del horario laboral, y a manera de queja, dicen que nada pueden hacer para evitar la indisciplina durante el desarrollo de la clase. En el colmo de la ceguera mental hay articulistas que acogen esas minucias para escandalizar y responsabilizar al régimen de lo que ellos llaman terribles males y así adular a la derecha política y ganarse el aprecio de los dueños del negocio donde laboran.

Esa minoría rezagada de profesores, pertenecientes a la era del ocio, añora la mediocridad, el negocio de las rifas, de las calificaciones y el acoso en sus tres niveles; mientras la mayoría de ecuatorianos coincide en que se está mejorando la calidad de la enseñanza y que se derrota al soborno y a la inmoralidad, en el ámbito sagrado de la educación. Resulta digno de lástima escuchar a un profesor expresar que no puede ejercer control disciplinario, con el argumento de que los jóvenes, ahora, reclamen derechos. Para que un maestro irradie respeto y autoridad es suficiente con demostrar sabiduría, honradez, equilibrio emocional y espíritu de justicia. Si un profesor carece de los atributos de un conductor social, es preferible que renuncie al cargo y busque otras funciones.

El desvío de la conducta juvenil no es problema reciente, es un inveterado conflicto con repercusión en sectores abandonados, de extrema pobreza y sin estructura de la familia. Como es un problema social, corresponde a toda la colectividad intervenir para su tratamiento hasta su erradicación. De su parte, al maestro, hoy que la educación ha dejado de ser un negocio, le compete abrir un nuevo espacio para la formación adecuada de los niños y jóvenes. Afecto, protección y apoyo son los recursos para vencer ese desajuste social.

Ya no hay tiempo para fútiles quejas, sino asumir el rol correspondiente para que no vuelvan días aciagos y continuar en el mejoramiento del quehacer educativo. Contemplamos marcada diferencia entre el antes y después del Buen Vivir. Inversión millonaria en educación, reflejada en las escuelas del milenio; más oportunidades de estudio mediante la gratuidad de la enseñanza y acceso con equidad a la educación superior.

A los maestros les recordamos que es indispensable profundizar en las reformas vigentes para que los resultados del proceso educativo sean productivos con proyección a mejorar las condiciones de vida de los ecuatorianos. Olvidarse de que la educación es un negocio. El maestro de hoy debe ampliar su enseñanza para que el alumno conozca el mundo, sus dificultades y desarrollar el sentido de la creatividad con visión de progreso.

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