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Domingo 9 de mayo. El embajador de la Unión Europea en Yakarta tiene poco menos de una hora para resolver un asunto para el que luce en desventaja. Pero Vicent Piket tiene casi 20 años de servicio exterior y está a dispuesto a poner sus mejores cartas sobre la mesa … de comer.
El diplomático holandés se presentó ese día en el canal de Youtube de la Comunidad Europea en Indonesia para preparar un estofado de carne típico de su país junto a un prestigioso chef local y una estricta crítica gastronómica. Fue el cierre de una semana en la que embajadores y altos funcionarios europeos se pusieron el delantal frente a la cámara para acercarse a la idiosincrasia indonesia.
Un par de días antes en Ecuador el representante del Reino Unido compartía una receta de un suculento desayuno. Chris Campbell ha sido un estallido de carisma en redes sociales porque se comunica en un idioma que a todos nos gusta: la comida. Y mientras recorre el país identificando oportunidades de cooperación o de negocios, va confeccionando una bitácora culinaria que tiene endulzado a medio Twitter.
Siempre he pensado que la mejor manera de romper el hielo y de acortar las distancias es hablar sobre deportes o sobre comida. Son temas que anulan momentáneamente las jerarquías y que humanizan los perfiles de los interlocutores. Claro que también se puede hablar de arte o de viajes pero la comida y el deporte resultan ser más accesibles y mundanos. Y desde ese punto, el embajador Cambpell y cientos de colegas suyos alrededor del planeta conectan de manera directa con la gente.
En la diplomacia tradicional los esfuerzos se enfocan en las relaciones con los medios y con los políticos. Pero este estilo más innovador y proactivo amplía el horizonte de interlocutores hacia emprendedores, activistas y científicos, y comunica de manera personalizada en redes sociales. Todo esto genera confianza y la confianza es la base de cualquier relación, incluida la relación entre países.
En Argentina el embajador nipón fue tendencia a finales de 2020 cuando preparó un clásico de la clase media rioplatense: milanesa con puré de papas. Y para celebrar la fiesta cívica del 25 de mayo el ilustrísimo Takahiro Nakamae amasó y horneó unas empanadas tucumanas. Como la palabra clave en todo esto es “empatía”, grabó su video en una cocina modesta, en un apartamento, luciendo un delantal y mostrando un inmenso respeto por la receta original. Casi 450.000 curiosos vieron su publicación en Twitter.
Y esta conexión con las personas también permite ventilar con cierto humor cualquier malestar que quizás antes se hubiera escalado de otra manera. En agosto la ministra de seguridad de Argentina, Sabina Frederic, respondió que “Suiza es más tranquilo pero más aburrido” cuando se le preguntó en una entrevista si había que migrar del país por el alto índice delincuencial. De inmediato el inmensamente popular embajador Heinrich Schellenberg disparó dos tuits que recibieron el eco de sus seguidores y de la prensa. En el primero reprodujo un video de promoción turística con una carga de ironía protagonizado por la leyenda del cine estadounidense Robert de Niro y por el todopoderoso del tenis Roger Federer. En el segundo video mostraba a unos agentes de policía suizos bailando. Las declaraciones de la ministra Frederic fueron catalogadas por la opinión pública como polémicas. La semana pasada fue remplazada en el cargo, aunque posiblemente su renuncia no tenga mucho que ver con el episodio mencionado.
Por supuesto, se podrá pensar que este tipo de diplomacia es efectiva para países ricos que tienen menos urgencias y que son referentes en el ajedrez global. Pero cuando Vladmir Putin fue a Estados Unidos en 2001, el presidente de ese entonces, George W. Bush, lo llevó a su rancho en Crawdford y le sirvió un menú tejano con carne a la parrilla y pie de pecanas. Lo mismo hizo el Reino Unido con el mismo Putin cuando le ofreció un Banquete Real para subrayar la primera visita de un líder ruso a Londres en más de un siglo. El menú en estos casos es clave en la llamada “diplomacia de intimidad” para que dos líderes terminen riendo y conversando distendidos alrededor de un plato. ¿Se acuerdan de Fujimori comiendo cuy con Bucaram?
El presidente Lasso acaba de asistir a una cita de la Celac en México y ya se encuentra en Nueva York para participar de las sesiones plenarias de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Cuando la diplomacia presidencial está enmarcada en agendas tan apretadas tiene poco tiempo para salirse del protocolo. Quizás no sea la mejor semana del año para acudir a la gastronomía como recurso de aproximación, pero valdría la pena no perderla de vista para otras instancias.
La cocina peruana fue clave para construir su concepto de marca país y potenciar sus exportaciones y turismo. Y si queremos “más Ecuador en el mundo”, como reza uno de los emblemas de este gobierno, habría que empezar por tener en cuenta que nuestros principales productos de exportación no petroleros (banano, camarón, café, atún, cacao) terminan todos en una mesa de comer o en una cocina. Las flores también son parte de esa ecuación. De hecho, me consta cómo la embajada de Ecuador en Washington promueve constantemente nuestros sabores, aromas y colores. Pero tal vez podemos ir un paso más allá.
Nuestra diplomacia tiene una clara ruta de integración regional, de defensa de los derechos y libertades y de protección a la democracia. Vela por los migrantes y promueve el intercambio comercial. Pero mientras se camina por ese andarivel, no estaría mal que nuestros diplomáticos intenten conectar un poco más en tierra anfitriona y trascender más allá del despacho. Me temo que muchos son personajes anónimos fuera de los círculos de estricto rigor. En un día típico (martes 14 de septiembre) el embajador Campbell articula un encuentro entre el presidente Lasso, las autoridades ambientales y la embajadora itinerante para la Conferencia Global del Clima, Fiona Clouder; y en la noche ofrece una charla con organizaciones ambientalistas mientras disfruta unos chocolates Pacari. Las relaciones internacionales no siempre tienen que ser insípidas.