Publicidad

Ecuador, 26 de Julio de 2025
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
+593 98 777 7778
El Telégrafo
Ecuado TV
Pública FM
Ecuado TV
Pública FM

Publicidad

Lucrecia Maldonado

La cultura del despropósito

08 de julio de 2015

Fue Jesús, ese personaje a quien casi todo el mundo venera para pedirle favores, pero casi nadie está dispuesto a hacer caso de lo que dijo, quien sentenció alguna vez: “No he venido a traer la paz, sino la espada”. ¿Por qué? Se supone que es el príncipe de la paz. Pues porque la paz no le conviene a todo el mundo. En otra parte se han citado las palabras de Simón Rodríguez, transmitidas por Eduardo Galeano: “Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos, terminé convirtiéndola en un infierno para mí”. ¿Por qué? ¿No es loable querer hacer de la tierra un paraíso para todos? Pues no, porque los que ya viven en un paraíso no van a querer ceder dos centímetros cuadrados de paraíso para que otro salga medio segundo de su infierno. Así de simple es.

El ser humano es complicado. Y la complicación no viene de su parte animal, sino tal vez de alguna semilla diabólica que anida por ahí. Ahora mismo, en este país, nos hemos dedicado a odiarnos. ¿Por qué? Porque aparte de todo, somos mal educados. Y no es falta de instrucción. Tampoco se trata de una falta de eso que se llama cortesía o buenas costumbres. Es algo más: una falta de una actitud consciente y ponderada ante la vida. Basta mirar las broncas que se dan en redes sociales por temas políticos. Nadie debate ideas. Todos atacan personas, y de la peor forma posible: con insultos, palabras soeces y, lo que es peor, con suposiciones y prejuicios sin sustento, con acusaciones no comprobadas, con expresiones que parecen haber brotado de cualquier parte del cuerpo, menos del cerebro.

Todo el mundo espera que sea el otro quien cambie. Todo el mundo está más que dispuesto a ver qué hace mal el otro, y a juzgarlo. Y no solamente eso: a difundir su versión de los hechos como si fuera la última verdad. Nadie diferencia un hecho de una opinión. Nadie se saca la viga de los propios ojos para comprobar que realmente son pajas lo que se ve en los ajenos, porque en el fondo a nadie le interesa que se imponga la verdad o la posición más ponderada ante los hechos. Lo que se quiere es crear caos, pescar a río revuelto y ganar como sea.

Y en ese río revuelto de la disputa política aparecen también las taras personales: si no piensa como yo, es mi enemigo. Si defiende algo diferente a lo que yo defiendo, no es inteligente. Peor si pertenece a mi familia y disiente. La discrepancia es agresión. La falta de coincidencia en cualquier idea quita la honra del otro. Decididamente, antes de ser país, tenemos que aprender a ser humanos. (O)

Publicidad Externa